lunes, 2 de febrero de 2009

Caminar sin pausa

Despierta el sol y amanece un nuevo día,
por los bosques, por los ríos, por las calles,
pienso con todo tipo de detalles,
en el movimiento de esa gran jauría.

Veo hombres con traje y corbata,
comerciantes abriendo los locales,
veo jardines de tiernos rosales,
y el caminar señorial de una gata.

Las madres guían a los niños,
los coches corrompen el aire,
¡ ella me hirió con su desaire!
sin ser yo barbilampiño.

Aún no intereso a tan fría dama,
no le arranco ni una sonrisa,
ni en un parque con gustosa brisa,
ni provocándola en la cama.

No tiene ojos para mí,
pués sus ojos son de duro acero,
pero se con acierto certero,
que ya me dará el sí.

Lo trágico de la historia es la mezcla;
como en una paleta de Montmartre,
sólo adormecido por el arte,
espero que el contraste esclarezca.

¿Cuándo vendrás niña mala?
¿No es cruel tortura anunciar tu llegada,
sin especificar el momento exacto,
a modo de justo pacto,
en vez de ser tan ruin malvada,
dueña de la arena y de la pala?

Con ojos desorbitados por rubíes y esmeraldas,
espero ora tranquilo ora agitado como una rama,
tu llegada ¡oh mano pútrida, oh siniestra dama!,
disfrutando cual condenado de diversas faldas.

Pero tú caminas con talante de emperadora que nunca se sacia,
al tiempo que dejas tras de ti un manto de arañas,
de pronto y con severidad un día alzarás tu afilada guadaña,
dóndeme el sudoroso y aterrador golpe de gracia

Amén