sábado, 25 de febrero de 2017

Pasito a pasito, un grito y otro grito

El corderito Lama soñaba bajo un manto de estrellas. Y aunque estas brillaban, él tenía terribles PESADILLAS. Aunque aquellas suspendidas en el cielo parecían peladillas, él luchaba en el suelo contra terribles ideas nada LIGERILLAS. Soñaba que el fresco césped que en la vigilia se deformaba con su respiración, se fracturaba de un estruendo. Y por aquí y por allá y todo eran grietas.

Los demás corderitos de la manada gritaban y gritaban a medida que se iban escurriendo entre las rajas de la tierra, hasta el punto de que todos esos gritos in crescendo se sumaban en un solo torbellino, un berreo, un "gong" en la frecuencia natural del planeta y todo acababa por explotar. Como un "regurgito" colectivo, si esa palabra existiera, y luego el silencio del universo y todos vagando sin oxígeno en el infinito.

La terrible pesadilla acabó en la explosión armagedónica y Lama despertó sudando bien frío para tan calurosa noche de verano, vio la paz y tranquilidad reinante en rededor, a los demás corderitos inflando sus pulmones y desinflándolos y reconcilió el sueño.

Al día siguiente, mataron a Lama.

A. había tenido un día muy agotador en la oficina, y que J. la sacara de paseo era una bocanada de aire fresco. Hacía semanas que se le antojaba un sabroso kebab, pero nunca encontraban el momento, siempre había un restaurante más bueno, más apetitoso, más refinado y más caro pasando por delante.

Cuando la pareja entró en el pequeño restaurante situado en el barrio de gracia, Lama ya llevaba algunas horas dando vueltas en torno a un palo. No es que fuera consciente, de hecho no es que "fuera" ya, pero por romanticismo o estricta definición diremos que lo que quedaba del fugaz paso de Lama por la Tierra, se amontonaba con agunos otros de su especie y todos danzaban alrededor de un tótem de metal.

"Dos shawarmas de cordero, una epidor y un coca cola light, por favor"
"Enseguida, apreciados amigos..."

Por fin un día conseguían meterse en la cama pronto. El despertador a las 6:45 como cada día, pero esta vez quedaban ocho horas para eso. Se dieron un beso, apagaron las luces y aunque la entrada bulliciosa de algunos vecinos en el portal mermó la promesa de ocho horas, en algún momento dejaron sus cuerpos en la cama y soñaron. Algunas horas más tarde, cuando la más absoluta calma reinaba en el edificio, hecho milagroso, A. se incorporó con un brusco movimiento y empezó a gritar, venía de un sueño muy raro. Ella era un corderito y soñaba encima del césped, bajo un manto estrellado. Y la tierra se resquebrajaba y tal y tal.
A los gritos súbitos de A. , J. reaccionó con otros tales, pero claro está algo diferentes debido a que la caja torácica de un varón de veintinueve años es sensiblemente superior a la de una mujer que solo cuenta veintiseis. Sin embargo, las ondas de ambos se sumaron y así atravesaron las endebles paredes del cuarto, los vecinos de arriba, a su vez, respondieron con similares, aunque únicas, vociferaciones y del mismo modo, los de abajo y la abuelita de al lado. A los gritos del edificio de la calle Rocafort 124 se le sumaron los de toda aquella manzana del Eixample, y de este barrio al siguiente y de Barcelona a Catalunya, Europa del Sur, el hemisferio, los océanos del otro hemisferio y finalmente toda la tierra en sí.

La ondulación resultante culebreaba, se encabritaba de una forma tal, que la misma Gaya se desveló y sacudida por las cosquillas de todos sus microbios, empezó a agitarse y los músculos se le empezaron a contraer de forma involuntaria y así unas rajas terribles empezaron a partir continentes separando por ejemplo a la Alemania Oriental de la Occidental, y la gente solo gritaba en chino, inglés, sánscrito y muchas otras lenguas, aunque el resultado de las cuerdas vocales internacionales, hay que confesar que era bastante parecido.Todo esto hasta el punto de que todos esos gritos in crescendo se sumaban en un solo torbellino, un berreo, un "gong" en la frecuencia natural del planeta y todo acababa por explotar. Como un "regurgito" colectivo, si esa palabra existiera, y luego el silencio del universo y todos vagando sin oxígeno en el infinito.