"¿Tú no te metes nada?" esa es la pregunta que me hacen. Vaya necio, pero la pregunta ,de verdad, me ha hecho explotar. La dinamita ya estaba preparada hacía tiempo, y ni siquiera me lo podía llegar a imaginar yo.
Inspiro con toda la energía que me es posible y bramó, grito con delirio: Yo me sirvo de la mejor de las drogas, mi mente. No exactamente, ella se sirve de mí, quién sabe. Me domina sin disputa alguna, es la soberana. Grito cien veces y aún más, en tu oído diablillo malicioso, te podría dejar sordo, pero nunca mudo y a ratos susurro encerrándome. Esa es mi forma, la más variable de las formas. Crezco a momentos con el rostro alzado y al segundo me vuelvo enano, volviendo el rostro a mis adentros, a la más tenue y propia oscuridad. ¡Qué droga tan potente! Y aún te atreves a juzgar mi sosiego, no me gustaría poco a mí que te transplantasen mi cerebro o lo que sea que impulsa esta conversación permanente, esa voz, más que una voz, que no calla. ¿Te digo lo que pasaría? Te explotaría la cabeza, te volarían los sesos, eso pasaría.
Malicioso diablillo...¿Qué te estoy contando?¿No eres tú acaso el que no calla?¿ La pelota de goma que entre mis paredes no deja de rebotar? ¡Ahora te descubro condenado! El veneno habla por sí solo, ¿No acabo de desear ahora mismo algo que ya ocurre, lloró de plenitud o vacío, qué se yo, ¿cuándo me volaron los sesos?¿Cuándo?
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