Y en medio de la noche grita el wapp. ¿Por qué no lo
apagaré? La respuesta me denigra, no la respondo y me incorporo. Los ojos de
chino a penas me dejan leer el chat que se abre por primera vez.
Veo mi propio número. Lo reconozco aún a estas horas de la
madrugada. Dice:
-Hola Jorge
Me propongo preguntar “¿quién eres?”, pero reconozco mi
número. Espera…¡tiene foto el contacto! La abro, la luz me ciega.
Se me para el corazón y las sábanas se pliegan como olas de
mar: “¿No soy yo? ¿Yo con cien años por lo menos?” Viejo, viejo como matusalén,
como una piedra.
Escribiendo…
-¿Cómo va eso? ¿Qué te dijo ayer el jefe?
Los dedos se me tensan y agarrotan como salchichas
congeladas, el corazón palpita fuera de sí.
Escribiendo…
-Ya no tengas miedo, igual estás solo ahora, no? ¿Por qué no
escribes un cuento?
La sangre no circula por mis venas. Son las tres de la
mañana y todo es sombra sin existir siquiera la luz. Echo un vistazo a la
aterradora pantalla y el contacto fantasmagórico ya no luce la horrible foto de
las arrugas, en su lugar el icono predefinido de una silueta blanca en un fondo gris y ni rastro hay de comentario alguno, solo aparece como un epitafio
debajo de mi número “últ. vez 25 de enero de 1988”, la fecha de mi nacimiento,
mis manos toman el control de mi alma colapsada y empiezan a escribir “Y en
medio de la noche grita el wapp…”