Un día entró en el pueblo uno el que trataban de loco. Según los rumores padecía esquizofrénia y era fácil de distinguir, era un hombre-tipo. Como la mayoría de los desquiciados, los aldeanos lo reconocían por su caminar caótico y llamativo y por sus alaridos, cuando balbuceaba las palabras lo hacía con altibajos y parecían gruñidos. Algunos decían que le habían visto escupir espuma por la boca a mansalva, sin descanso. Era un loco en toda regla y los aldeanos miraban de hacerle la vida fácil y le ayudaban a aceptar su roll, lo más dulce que hacían por él era apedrearlo cuando estaba absorto mirando cualquier cosa, o imitar sus gruñidos. Las carcajadas y las miradas de desprecio ya desde sus primeros días en este mundo se convirtieron en sus compañeras de fatiga.
Pero el día del que os hablo nadie reía, la muchedumbre de las últimas líneas intentaba averiguar subiéndose encima los unos a los otros para ver si alcanzaban a ver qué ocurría, el nombre del loco ya pasaba de boca en boca, y como era un pueblo de poco movimiento, no era de extrañar que el anormal estuviese involucrado.
Se hizo el silencio, y la gente empezó a apartarse a prisa, pero no para correr o huir, solo para mantener la distancia, de pronto se oyó una voz dulce, pero no por ello poco potente. El motivo del temor colectivo era que la voz era para asombro de todos la del loco, nadie se lo podía creer, miraban atónitos sin dar crédito a sus sentidos, mientras el loco pronunciaba con una calma y una claridad envidiables:
- Esta es una profecía como otras muchas, pero ninguna será recordada como esta. Vuestro desprecio a lo largo de todos los años de mi existencia ha sido para mi el mejor refugio que puede haber. Vuestros golpes las mejores caricias, vuestras maldiciones dulces melodías. Yo soy el eslabón más bajo de entre los hombres, y esa condición me ha abierto las puertas de la divinidad. Solo yo he escuchado los susurros en el viento, solo yo que he recorrido solo los caminos para buscar donde esconderme de vuestras injurias, he visto las rocas, a mí se me ha revelado un secreto, un misterio.
Vosotros sois generosos, repartís pobreza y crueldad a los que no son de vuestra família y pervertís con comodidades a los vuestros, vosotros enseñais respeto y educación, y el mundo salvaje no muestra respeto por nadie. Sois las catapultas, las escaleras que elevan a unos pocos, vosotros sois los elevadores por excelencia, y yo os doy las gracias.Gracias! Gracias por catapultarme hasta la cima. No es que la humildad sea necesaria para vivir, ni el hambre, ni el dolor, ni el llanto, pero si que han de ser conocidos. Un hombre que no conoce el llanto, no conoce el verdadero júbilo.
Y en muestra del afecto que siento por vosotros os voy a dar un regalo, os voy a revelar lo que me hizo entrar en trance: den un paso adelante los ricos y poderosos. -Y así lo hicieron los mentados, con apariencia temerosa- Mucho es lo que tengo que decir a los de vuestra calaña, los más villanos de entre vosotros son los demonios humanos. Mucho más se os puede reprochar, pero bastan pocas palabras, para explicar muchas cosas: los bienes materiales no deben ser una obsesión o esclavitud insana. Sois esqueletos, y carne, más tarde polvo. Eso es material!
Los trabajadores que alcen las manos plagadas de durezas: Un espíritu pobre y con necesidad de otros, de multitud. En la masa están las peores facetas del hombre y las mejores, no conoceréis lo sublime, pero vuestras preocupaciones son palpables y muy concretas, eso es una bendición.
Filósofos, artistas, poetas, sois Humanos, presentaros rascando vuestras cabezas.Sois una raza en peligro de extinción. Vuestra condición es la más bella, en el conjunto de la sociedad no es la más envidiable, pero para los que la disfrutan y exprimen, que sois vosotros, es el mejor manjar divino.Son los más parecidos a los niños,juegan. No hay que olvidar nunca la importancia de hacer cosas, por hacer. El ser humano se acerca a Dios o a lo que quiera que exista allá arriba o abajo o en ningún lugar cuando crea, hacer cosas, es así de simple, es necesario hacer COSAS. Dicho esto el loco volvió a escupir espuma y a gritar porquerías como de costumbre. Algunos filósofos fueron los primeros en lanzarle piedras.
1 comentario:
Tendré que dejar de escribir pues contigo no puedo competir.
¡He aquí el auténtico poeta, dejanos escuchar tus saetas!
Las mías mueren de pena, soy vulgar, me conformaré con una cena acompañada de un juglar.
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