Una noche de verano se me manifestó sin preámbulos,en horas de búhos, luciérnagas y sonámbulos,una diablilla rojo carmesí por un camino,decidí así seguir mi cruel destino.
¡Qué santidad en su rostro!, ¡qué mirada de inocencia!- Por Dios que si con mi piel no la rozo, muero harto de demencia. El sendero cada vez era de más pendiente, digan lo que digan esas gentes mienten!, pués el sentir que sienten , no se puede comparar con el de aquellla noche realmente.
No descansé ni un solo instante,- pase lo que pase sigue adelante-, me decía la voz insinuante, Y ésa música!era toda ella atracción de materia, aquella aceleración del palpitar de venas y arterias, no podía acabar, era toda ella una fuente donde se fundían todos mis anhelos en un único deseo, seguir sin descanso, aún sin aliento, hasta conseguir acariciar sus cabellos. Y cada paso era una nueva nota, un nuevo sonido, el manantial prohibido que nunca se agota. Tenías que haberlo visto! Era mágica, seductora, era pura inspiración candente, en la noche fría me llamaba a MÍ, dulcemente. Y al llegar al final del sendero, ya me temía algo peligroso, seré sincero, nunca he sido mentiroso: mi curiosidad era ciega y me empujaba violenta, sabía que en el deseo tan fuerte algo oscuro se asienta, y así fue, rocé sus bellos cabellos, oí la melodía, me fundí con ella, y desperté lejos de la música revelación tan bella.
Desde aquel día,ni el oído, ni la vista han vuelto a mí, yo diría que ése misterioso y placentero frenesí, me castigó por curioso, pero lo prefiero así, aunque para el mundo soy penoso, la melodía prodigiosa yo ya la sentí.
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