aparecen sonrisas y alegría,
ya festeja el mundo el día,
así que humanos ¡alegraos!.
Campos verdes anegados de flores,
pájaros que trinan alegres notas,
¡llenad de vino las botas!,
¡disfrutad del manto de colores!
El llanto y los dolores,
no existen en el Ahora,
el hombre al Día adora,
sus cantos y olores.
Pero resulta que pasa el tiempo,
y aunque todos parezcan felices,
con el primer rayo de oscuridad,
se tapan las narices,
porque llega el hedor a edad,
en la que aparecen nuevos matices.
En esa completa soledad,
parasito Yo en mi jardín,
Yo que era bailarín,
ahorra sobrevivo sin bondad.
¿No es acaso la vida un ora arrastrarse
ora saltar?
¿No es el ocaso la partida de un arrodillarse y un llorar?
Dijo un sabio que no existe penumbra permanente,
y que si alguien lo declara,
no es digno de tener locura de demente,
y que si miente,
se le nota en la cara,
porque aunque lo niegue,
alumbra diariamente.
Hasta el más oscuro y diezmado,
no es como se vende,
no sólo vive de puro enfado,
de amor y alegría también entiende.
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