En un rincón estoy acurrucado. Las pocas personas que pasan a esas horas me dirigen una mirada inquisidora, en un solo instante su carácter animal me descarta como peligro y siguen con sus andares.
Llueve y en la puerta de esta Universidad combato al frío. ¡El Frío!¡ Si sólo fuera exterior!¡Si fuese tan sólo una sensación superficial, de la piel como materia!.
No,no. El corazón del Frío está en otro plano, un lugar que no es material, no se si llamarle alma, conciencia, no sabría qué decir.
Sin embargo lo que sí sé es que no me deja vivir sereno.
Entonces en el silencio de la noche grito: ¡ Perro Frío, señor de gélidas tierras y con arrogancia desmesurada, soberbio y altivo, yo soy víctima de tus fauces, cierto es, pero después de degustar tu veneno lento y escalofriante, entre temblores me fundo con tu esencia, y en lo más profundo de mi desgracia veo un rayo de sol que no cura, pero sana: el rayo de la conciencia-conocimiento.
Lo he entendido: el abandono de mi ego, desde luego no saber estar conmigo mismo es una enfermedad, y me doy lástima por ello, uno para tomar aliento, para no dejarse engullir por el torbellino frío se ha de amar sobre todas las cosas, esa es una Verdad Principal de nuestra existencia.
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