Son a duras penas las diez de la mañana. Una mujer pasada de los cincuenta avanza por la calle moqueando. Lleva un elegante sombrero de terciopelo morado y enormes gafas oscuras que le tapan casi la totalidad del rostro. Avanza despacio porque arrastra con una correa un pesado bulto
Entra en un local en el que no se puede ver letrero alguno y que presenta a los clientes un disimulado fresco en el que se ve a un niño durmiendo al tiempo que se chupa el dedo gordo y le observan la luna y varias estrellas. La iluminación de la entrada del local es menguante y las sombras deforman demencialmente el interior.
Para entonces, la mujer exhausta ya ha llegado chorreando litros de sudor a la puerta. La abre y arrastra consigo la pesada carga, pasan algunos minutos hasta que se oye el golpe de la puerta, detrás quedan algunos mendigos sorbiendo el sudor que ha dejado la vieja como hacen los gatos con la leche, entonces por un disimulado tubo aparentemente del aire acondicionado se expande un gas verdoso dando un silbido y las alimañas chupasuelos huyen en todas direcciones como alma que lleva el diablo.
ÁGATA- Buenos días. Snif, snif.
RECEPCIONISTA- Buenos días señora Ágata. ¿Cómo se encuentra usted dentro de la gravedad del asunto?
Se acerca la RECEPCIONISTA, una joven con bata blanca y pelo rojo carmín. Un foco ilumina a las dos mujeres y la sala permanece en la penumbra, la vieja mirando el suelo se agarra del brazo de la recepcionista.
ÁGATA- Pues muy mal hija, es una gran pena. Con todo lo que yo le he querido, es una pena. Pero más vale así.
SILENCIO: "Una mueca de rigurosa compasión de la pelirroja"
RECEPCIONISTA- Es lo mejor para él y para usted, sin duda se ve que le ha querido usted como nadie
La mujer saca un pañuelo y expulsa toneladas de mocos, se seca lágrimas por debajo de las gafas.
MADRE- Yo le he querido como nadie, y he sufrido la primera. Desde que empezó la debacle, yo le he cuidado dando todo mi tiempo, mis pensamientos... Venía del colegio a casa, preparaba la comida, estaba con él, volvía al colegio...y así sin parar. Desde que empezó así que no vivo. Se lo he dado todo, pero ya no puedo más...
Estalla en amargo llanto hundiendo su rubia cabellera en el brazo de la recepcionista. Ésta se limita a aguantar el peso del descomunal cabolo y a agarrarle el brazo izquierdo con la justa firmeza requerida por el momento. Al fin cesa el lloriqueo y la mujer se recompone. Se le ha caído el gorro morado. La recepcionista lo recoge y se lo pone con paciencia como a una niña pequeña.
RECEPCIONISTA- Siéntese aquí señora Ágata que ya mismo llega el doctor y aproveche para serenarse para una feliz despedida que tanto él como usted llevan ya largo tiempo mereciendo.
MADRE- ¡Ay que pena más grande!¡Yo he hecho lo que he podido!¡Lo he dado todo por él!.
Se calla, se sienta con parsimonia y se suena las narices liberando un horroroso estruendo. SILENCIO se pone en pie donde alumbra el foco y con el pecho henchido mira arrogante alrededor. Unas leves voces se levantan con monotonía y apuñalan a tan arrogante fantoche varias veces.
RECEPCIONISTA- ¡Por favor!Les pediría que no alcen la voz y conversen con sus seres queridos algo quedo, porque el doctor así no puede trabajar.
SILENCIO (moribundo): Gracias.
Se abre la única puerta de la estancia y salen de ella una pareja de ricachones cercanos a los cuarenta y el doctor de largos cabellos rubios. El hombre con paso firme y dominante lleva una copa en la mano como su mujer.
CABALLERO- Lo que le digo doctor...¡Una vergüenza! Pero esas cosas pasan en las mejores familias. O al menos eso dicen, pero ¡Qué lata cuando le toca a uno cargar con semejante muerto!
El doctor entonces le ruega con la mirada bajar la voz en tan inoportuno ambiente.
CABALLERO- ¡En fin! Es una pena que haya en el mundo drogadictos. Cuando me enteré que Juan fumaba esa mierda de hierba que todos esos parias veneran, no lo pensé dos veces. Desde entonces la cosa estaba clara...¡Si te pasas de la ralla, el castigo es lo que te aguarda! Bien clarito se lo dejé. ¡Malditos bastardos! Levantar el país con esos crápulas...¡Imposible!. Si quién yo me se levantara cabeza...
DAMA- ¡Ya vale Alejandro!Deja de dar gritos que la gente no tiene porqué enterarse de nuestros problemas domésticos. Perdónele usted doctor, mi Alejandro es un gran hombre, pero de un carácter algo rudo. Ojalá mi pobre hijo hubiera salido como él... Toma cariño bebe un poco más de whisky.
El hombre coge la inmensa copa llena y se la ventila de un largo sorbo, la mujer le acompaña y dejá caer la botella. Es la undécima botella vacía que dejan caer desde que salieran por la puerta con el doctor.
DAMA: Bueno, gracias por todo doctor. Es usted un gran profesional, sepa que tiene mi recomendación para todas mis amistades.
CABALLERO: Por cierto, allí fuera tiene a un atajo de holgazanes que han intentado arrebatarnos a nuestro hijo para que tocase con ellos la guitarra, a uno le he podido oscurecer un ojo, pero los demás se han escapado como ratas. Yo de usted los controlaría, no dan buena imagen al negocio merodeando por ahí.
DAMA: ¡Alejandro! (la mujer da una sonora colleja a su marido)
DOCTOR: Muchas gracias por la observación, tomo nota. ¡Que pasen un buen día señores Forné! ¡Y que no nos tengamos que ver nunca más!.
El matrimonio se pierde por la puerta dando carcajadas de curdas y el doctor se pierde de nuevo en la oscuridad. No se ha cerrado aún la puerta cuando una rolliza mano la sostiene y seguidamente entra una rechoncha NIÑA de metro y medio, dueña de la extremidad, llevando en brazos a un gato gordo y blanco con una mancha negra en la cabeza. Nada más atravesar el umbral de la puerta, el gato pega un alarmante maullido al tiempo que sale disparado por la puerta. La RECEPCIONISTA se avalanza sobre la niña que está como absorta mirando a la puerta por donde ha desaparecido el ágil felino y la lleva a un rincón de la sala.
RECEPCIONISTA: ¿Se puede saber qué haces cría?¡Este es un lugar para adultos!No se te ocurra volver a pisar este sitio y menos con un animal, y ahora vete bien calladita si no quieres que avise al coco.
NIÑA: Perdóneme. Es que mi gatito estaba muy enfermo, no se movía, apenas comía y desde hace varios días no dormía. Yo tampoco lo hacía, me pasaba las noches mirando sus redondos ojos verdes. Mi papá me dijo que a lo mejor le podíamos ayudar a dormir aquí si continuaba igual...¡Por favor! No le diga nada a mi papá yo sólo quería que Belzebul se curara, pero ahora parece estar mucho mejor, lo siento...
RECEPCIONISTA: No empieces con los pucheritos y vete ya que aquí hay personas muy atareadas y dile a tu padre que aquí no aceptamos animales...¡por el amor de Dios!
La niña se va despacio, manteniendo la respiración y mirando a todos lados, pero no logra ver más que unos bultos que se mueven. Más de una vez está a punto de tropezar con una botella de Chivas, estela de los multimillonarios. Cierra la puerta con sigilo y se oyen sus dulces gritos "¡Belzebul!", "¡Belzebul!"
Pasan algunos minutos en los que solo se oyen los mocos de la señora Ágata, que ahora mismo tienen una interesante conversación sobre las navidades y de pronto la RECEPCIONISTA se acerca a la viejecita y le masajea el hombro
RECEPCIONISTA: Adelante señora Ágata. Yo le ayudo con Luis
Las dos mujeres arrastran el bulto y se abre la puerta por la que se perdió el doctor.
Una sala blanca como la nieve. El doctor, la viejecita y la recepcionista están al lado de la camilla donde se mueve espasmódicamente el bulto. Hay cuadros por todos sitios: fotos de jóvenes luciendo camisetas con el rostro del Che Guevara, rastafaris, hombres algo mayores con extrañas barbas y sombreros. Algunos leyendo libros, otros jugando a ajedrez, fumando pipa y pintando, tocando algún instrumento...En cada foto hay unas indicaciones aclarando toda clase de anomalías. También hay fotos de comparaciones entre jóvenes luciendo un colgante en la oreja al lado de un joven recibiendo un título universitario, o un joven pintando una pared y otro sentado en la plaza monumental asistiendo a una gran corrida. Otro con largos cabellos con cara de gringo de treinta años circulando en bicicleta y arropado con un jersey de indígena junto a un joven con camisa afeitadito en su cuatro por cuatro.
La recepcionista da unos golpecitos afectuosos a la mujer e intercambia una mirada con el doctor y se larga.
DOCTOR: (Mientras se pone los guantes y sin mirar a la mujer)Bueno, señora Ágata. Al fin ha llegado el día. No se alarme, todo va a suceder muy rápido.
ÁGATA: Eso espero, porque mi pobre Luis... Con lo bueno que ha sido siempre...Pero yo no puedo cuidarlo más...Acabaré por volverme loca...
DOCTOR: No se preocupe, usted ya ha hecho suficiente. Si Luis pudiese hablar, le aseguro que pediría dos cosas: mi ayuda y su compañía.
ÁGATA: ¡Hay doctor!No sabe usted lo que me ha costado venir!...Dios sabe que yo he hecho todo lo que he podido, pero el pobre Luis...
DOCTOR: Vamos señora Ágata, hagámos esto fácil, ¿sí? Ahora con lentitud voy a sacar a su hijo de ese saco, no quiero que se ponga nerviosa ¿de acuerdo? Voy a poner algo de música para que todo resulte más agradable. A propósito...¿Le echó usted el spray inmovilizador?
Ágata asiente y se pierde en el inmenso pañuelo.
El doctor se aleja y cuando vuelve suena ya como el mismo infierno "Le Sacre du Printemps".
Entonces con suavidad retira el saco. Un hombre negro de unos treinta años yace como una estatua sosteniendo un saxo al que está pegado en eterno beso desde que su progenitora lo petrificara. Es todo quietud y sólo se mueven las pupilas sin descanso. El doctor saca una lupa y lo examina por todos lados, al tiempo que ojea una larga hoja llena de anotaciones.
DOCTOR: (La música no deja de crecer)Bien Luis. ¡Qué bien te veo chico!Así que eso fue lo definitivo... comprendo... Sí que es necesario, sí.(mira a la señora Ágata con sinceridad). La masturbación incipiente a los catorce años se pudo tratar con electricidad. La prematura lectura y anhelos de ser escritor a los veinte que diagnosticamos hace diez años tenía remedio,pero esto ya...y ¿dice usted que incluso...?¿Cómo se dice?... ¿compone?
ÁGATA: ¡Sí doctor!¡así es! (se lleva las dos manos a la cabeza y sigue con el lloro)
Se oye un ruido sordo en medio de la estancia justo en el clímax musical: es el cadáver-piedra de Luis.
DOCTOR- Ya está señora. Ahora Luis ya descansa en una absoluta paz.
ÁGATA- ¿Ya está?¿Pero cómo?¡Si no le ha puesto ni una inyección siquiera! (Se agacha temblando por detrás del doctor para mirar desde ahí a su hijo)
DOCTOR- En estos casos tan extremos como el suyo, sólo necesitan sentirse acompañados para llegar...bien... a la tranquilidad y creo que Luis lo ha conseguido, al menos eso parece decir su rostro...
ÁGATA- ¡Ay, alabado sea el señor! Mi pobre Luis, que bien por él...y por mí...
Gracias doctor, mil gracias. Usted no sabe...¡Gracias!¡Es usted tan bueno! Se ve que no ha sufrido mi querido Luis...
DOCTOR- Gracias Ágata, hicimos lo que debíamos. Patricia le informará de los gastos y los diferentes servicios que disponemos.
La mujer sale por la puerta y la recepcionista la acompaña a la calle.
En la sala blanca. La RECEPCIONISTA cabizbaja soporta los gritos
DOCTOR: Tono autoritario ¡Patricia! ¡Te has pasado de nuevo con el neuronol y calculaste de menos con el rostrírico !¡Cuántas veces se te ha de decir!¡Con 20 ml de neuronol, parálisis cerebral y con 10 de rostrírico ,tensión de los músculos faciales de forma inferior-superior, lo adecuado para una última sonrisa de mortal satisfacción. Si te pasas con el neuronol sangrará y la tenemos...Este último desgraciado empezaba a chorrear sangre por la oreja derecha, suerte que cayó por el lado que cayó...que si no estarías ya en la puta calle. Anda dále las gracias a este fiambre y deshazte de él que esa endiablada trompeta me pone los pelos de punta.
Por la calle sale doña Ágata y de su brazo va SILENCIO. Esquivan con cuidado algunos cuerpos inertes de mendigos mientras algunos otros vacían los bolsillos a los caídos.
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