martes, 12 de octubre de 2010
Mi enfermedad
La que siempre me acompaña,
amorosa y pedigüeña,
la que me chincha con saña,
¡oh, mi húmeda leña!
En la sombra y en los claros,
me abraza su capricho,
sus lametones nada raros,
con sabor a nicho.
Mi boca de infierno,
túnel de lamentos,
de ardor tierno,
nido de tormentos,
origen de podedumbre,
le pregunto ¿Por qué?,
responde que me acostumbre.
Cruzo jardines, paraísos exuberantes,
y al volverme salivando,
donde nenúfares había antes,
ahora de tinieblas cubre un manto.
¡Tinieblas!¡Humo!¡Ceniza!
lágrimas cadavéricas en mis faros,
pero exhumo una poseída lengua que se iza,
gritando engendros raros:
¡Llagas de mis horrores!,
azote de mis ideas,
sanguináreos roedores,
Ardor...¡maldito seas!
Soy tumba andante de un vulcano,
del magma, un frasco;
sacristán del rojo arcano,
fuente del asco.
¡Quemaduras!¡Ardor!
Os amo, sois muerte en condición de vivo,
cúanto más siento,
mejor escribo.
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