miércoles, 13 de julio de 2011

Un asunto peliagudo

Sandi y Haar habían pasado muchos años juntos en la universidad. Un Precioso -Día- De -Verano acogía su último encuentro en la piscina. Aún no lo sabían, pero era el última reunión de juventud, los caminos se bifurcaban justo después de aquel día solar.
Estaban tumbados después de un remojón cuando Haar extrañado dijo:
-Sandi, ¿te depilas el pecho?
Y Sandi respondió:
-No, ¿te parece qué tengo poco pelo?
A lo que contestó Haar:
-Sí, muy poco, pero queda bien. Yo en cambio me tengo que arreglar de vez en cuando para no parecer un oso, con esta mata…
-Bueno…visto así. Pero mi padre tiene mucho, yo creo que me crecerá y te confieso que no me disgustaría tampoco, dijo Sandi
-¡Que dices! ¡Pero si es un palo tener pelo! De todas formas, siento desilusionarte, pero no creo que te crezca, si en veintitrés años no te ha crecido…
-Dicen que el crecimiento del pelo no se atasca en una edad…Desgraciadamente el de la embergadura sí
-¿Te apena mucho hacer sólo un metro cincuenta y ocho?
-No, no- respondió de forma poco convincente Sandi, y como la conversación se había marchitado añadió con sonrisa forzada:
-¡Qué! ¿Otro chapuzón y nos vamos?

Como estaban disecándose durante el breve coloquio, Haar aceptó de buen grado y las jóvenes mentes dieron la conversación por zanjada.
Años después, lustros después, Haar paseaba por la calle. Había quedado con su amigo Sandi que volvía de Pekín, desde aquella tarde en la piscina no se habían vuelto a ver.
Haar era un enfermo de la puntualidad y había llegado con unos diez minutos de antelación al lugar de encuentro.
De pronto un perro menudo se le acercó al galope , aparentemente no tenía dueño. Haar no tenía mucho trato con los animales, era quizás uno de esos odios recíprocos e inexplicables.
Tal como entró el can en el radio de acción de la pierna de Haar, le fue propinado tal puntapié que fue enviado casi a una manzana de distancia.
Acabada la parábola infernal en los aires, que Haar siguió empapado de sudor en la frente, el perro recibió un fuerte impacto contra el suelo. Los transehúntes rodearon al pequeño ser caído , casi al instante, un fornido mozo se acercó a Haar y antes de que éste pudiera reaccionar, le atenazó el cuello con su manaza y se lo llevó para el volcán que acababa de crear.
Los curiosos y cívicos vecinos abrieron el corro y empujaron a Haar al medio, el pequeño perro le miró fijamente y con la lengua ensangrentada balbuceó:
-Yo también me alegro de verte Haar. ¡Ah! Por cierto, ya ves que lo del atasco respecto al crecimiento del pelo eran cuentos chinos
Acto seguido expiró el joven y peludo Sandi en medio de aquel público urbano, unos cuantos miraron a Haar sin saber qué hacer y a éste se le escapó una flatulencia. Todos estallaron en una paquidérmica carcajada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Haar fue un poco cruel, no por haber patiado a su amigo sino por haberle preguntado si se apenaba de solo hacer un metro 58 cm, en esa parte supuse el fin macabro del cuento...

Anónimo dijo...

pateado*