Aquel era un país precioso. Al aparecer el soñoliento astro anaranjado cada mañana, un contador se vaciaba en la mente de todos los habitantes,y cuando ya el sol se metía en la bañera mediterránea para abandonarnos en las tinieblas de la noche, los que habían agotado el límite de palabras diario miraban quedos las maravillas que nos rodeaban.
Otros habían callado durante el día pues se reservaban palabras para susurros indiscretos que hacen eco en los oídos de la amada, cuando tras la danza de las cortinas y el viento solo alcanzan a verse las sombras de los enamorados.
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