martes, 17 de julio de 2012

Diario de mi viaje: el país de las lamentaciones

Aquel era un país de corazón, con sus aurículas y ventrículos. Cuando caía la noche juguetona, los hombres y mujeres se sentaban, no todos juntos, cada uno rodeado de la intimidad de los más suyos ( pues todos los hombres y mujeres son suyos) y concentrado en las escenas patéticas del día: el traqueteo de la labor, las largas ojeadas al segundero del reloj, la arrogancia, la pasividad ante la injusticia imperante...concentrado en esas escenas que tan gustosas vivirían de forma parasitaria alimentándose día a día del organismo en el que habitan, concentrado en esa llaga, lloraba toda su sangre, con tal agitación de la caja torácica que varias horas más tarde la leve cortina que era la brisa barría toda esa inmundicia llevándosela al desierto y dejando tras de sí a una ciudad silenciosa y digna para el nuevo día.

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