Me habían contratado hacía apenas un par de meses y ya me volvía a parecer estar harto del día a día que absorbía este empleo. Al principio, cuando leí el anuncio, me pareció tan peculiar que creí que me vendría como anillo al dedo. Recuerda para la próxima ,memo, que los dedos se te hinchan cuando usas mucho las manos, me decía ahora.
El cometido era claro y conciso, las condiciones todo lo contrario. O quizás justo al revés. En fin, lo que queda en mi cabeza: aeropuertos, gente tan aburridamente rica con bolsas comprando las chorradas de las tiendas duty free, horas y horas de exposición al frío despiadado del clima, aterrizajes, despegues, las mismas plegarias de las azafatas, los mismos niños llorando...
Cuando tocaba soltar palabras sobre el empleo de uno, en esos momentos de aburrimiento asqueroso en que te quieren obligar a olvidar el presente y todo su mobiliario para hacerles un striptease, algunos y algunas veían en mi "suerte" lo excitante. Pero...¿Qué demonios sabrán esos simplones? ¡Pisar tantos países distintos si todos los aeropuertos tienen el mismo maldito olor de incubadoras!
Recuerdo que mi vecino, el turco, siempre decía que ojalá el tuviera mi sino, que lo de pelar patatas no era para él y que con más intuición se empeñaría en conocer "amoritos" en cada orilla.
De pronto desperté, era mi turno, al menos eso anunciaba la voz de la azafata-gorila en ese preciso instante "y ahora señores pasajeros, les dejamos con el susodicho. Un fuerte aplauso para el señor Cortés". En el eco de la última palabra, el nombre propio que me designa, vaticiné que en aquel justo momento acabaría con esta farsa:
Estoy cansado de escribir, de inventarme todo este carrusel de palabras esqueléticas que no salen si no con un asmático silbido de mis mientes. Hasta ahora, una situación normal, que apesta a Bukowski o Céline, para embadurnar a mi puta idea, tanto trabajo para esta perra, así que ,harto, la presento desnuda y tal y como se me apareció, a tartajazos, como suelo parir mis obsesiones. Ya me he cansado de besar pies y trabajar en balde, que todos vean las bajezas de la muy cochina:
En los vuelos incordia mucho, solo a ciertas personas ,eso sí, que se taponen los oídos. Duele, incomoda y para colmo sucede justo cuando más cansado está el pasajero y más falta le hace comunicarse (suponiendo que vaya a encontrarse con algún ser humano allá donde aterriza, que es lo común). No hay muchos remedios para eso. ¿Cómo no han hecho algo para forrarse a costa de esto los hombres? ¿Qué métodos hay para evitarlo? Masticar chicles, bostezar...Bostezar, bostezar...pero a veces ,a mí personalmente, cuesta bostezar a voluntad propia... y si...¿Y si contrataran a un cómico de mala muerte, a un guía coñazo, a un desalmado cuentista gris para NO entretener a los pasajeros, para aburrirlos hasta provocar en ellos las ansias furibundas de insulto en forma de bostezo?
Y esto pretendía la muy sórdida que hiciera, que la vistiera, como siempre, como a una señora y con broche de oro ingenioso y mordaz destapara al final del cuento que todo el minucioso trabajo de presentar una situación tan anodina y común era el pretexto idóneo para retirar los focos, para revelar las caras deformes de las figuras antes retratadas bajo el cobijo cobarde de las tinieblas de la normalidad. Todo para ,en el momento menos esperado, dejar al lector con el gusto en la boca de mi esperpento particular de alucinaciones. Por vez primera...¡Dimito! Ahí queda la muy puta crucificada, en el párrafo anterior, sirva de aviso a las venideras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario