lunes, 22 de septiembre de 2014

Acordes de silencio

I. La botella

Esta botella verde,
que navega,
¡Sabe tantas cosas!
¡Es tan bella!

Se subió conmigo al tren, a deshora,
Y callada me bebe el alma,
 alma que se desborda.

Lo sabe todo y me pongo rojo,
yo sí soy de cristal,
bajo su atento ojo, 
que une un fondo y otro.

Sabiendo todas las muecas,
me infunde un terror mental,
¡Que tortura la del decoro!



II. El beso

Cuatro pupilas,
se funden,
en un mar negro y claro,
del que suben vapores,
a un cielo amado.

El alma que allí habita,
monstruo centinela,
palpita loco de dicha,
por ser tus labios los míos,
tu lengua la mía.

III. Buenas noches

Cuando todos se hayan ido,
la luz duerma,
y se quieran cerrar tus ojitos,
deja que me acerque a tu hermosa cabeza,
a no susurrarte nada,
a regalarte ondas oníricas bien ligeras.

Líricas de gargantas, 
Huecas, que no resuenan
ni aún cuando en ellas se pierde una piedra.

IV. La puerta

El empedrado sueña entre pisotones,
lánguidos, solitarios
y la farola es dueña
de unos labios,
que suben por la cuesta.

La luna, agujero blanco,
en la oscuridad te enfoca,
en esta seriedad nocturna,
nadie osa, nadie te toca.

Estrellas barbudas,
fuman pipa de jabones,
verdes y moradas pompas,
en medio de la noche.

Otra pisada y abres la puerta, 
haciendo silencio,
el ruido muerto,
se acuerda de la última y calla,
aguantando el aire dentro.

V. Yo

En la misma calle de tantos poemas,
me he perdido,
al principio olía fresco,
a geranio,
se oye muy a lo lejos una carretera,
un camino tuerto.

Los perros cantan con ladridos,
y son las paredes reflejo del sol naranja,
aturdido paseo,
en busca de mi casa,
casa que se ha perdido.

Todas las palabras,
bailan dentro de mi cara,
y cuando mi boca se abra,
las pudrirá, las hará negras y flacas.

Mi silencio está solito,
huérfano en las calles,
como un niño,
su acordeón no tiene teclas,
y aún peor, no sabe del olvido.

VI. La vela

La vela de gruesa cera,
muralla y centinela,
de la llama, luz primera,
tenue y relajante en mi bañera.

Entre la espuma de mi suciedad,
se eleva el vapor alumbrado,
por esa llamita tímida,
que abre el jardín de lo soñado.

VII. El piano

Mi piano hace silencio,
y da igual si toco rápido,
o lento, 
desde el principio exagerado.

Cada tecla da un nuevo desaliento
al vacío,
sellando un sueño eterno,
en mi castillo de madera de pino.














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