sábado, 30 de agosto de 2008

La salvación

No se cuánto tiempo pasé entre tan sensuales seres. Sus voces arrogantes eran el más sútil narcótico.
¡Qué bella perfección me aguijoneaba dejándome petrificado! Cada vez estaba más ensimismado, me sentía más hundido en la tierra.
Esas pieles brillantes y suaves, esos cabellos ondeando al ritmo de las olas y sobtretodo las perfectas facciones. Era un verdadero rito despiadado, una carnicería de muchos agentes: las menudas orejas y narices me estremecían, los labios carnosos me hacían hervir, los ojos arrogantes resquebrajaban todo mi interior, los cuerpos de formas divinas, plenas, y las dulces voces, golpeaban al mísero corazón, como si de un tambor de guerra se tratara. Y, en efecto, se trataba de una guerra.
Cuando ya creía enloquecer de puro placer , de éxtasis, de culminación absoluta, apareció él. Con un golpe de puño en el suelo formó un remolino de arena despistando a las ardientes captoras , con su temperamento serio me agarró del cuello, sabía que me llevaba a la tierra de los lamentos, pero allí no hacía frío.

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