En el arte o creación nada hay más apasionante que el momento en el que el individuo, el polluelo, después de haber sido alimentado por los ídolos, abandona el nido y emprende el vuelo de la independencia.
El verdadero artista es un niño con miles de posibilidades y menos limitaciones que el resto de adultos, el poder creativo es un don envidiable.
Curas, obispos, cardenales...todos practican diferentes leyes absurdas para acercarse a "Dios", ¡pobres diablos! Sólo el artista con su fuente inspiradora rompe la barrera y por algunos momentos disfruta del don divino: la creación.
La vanguardia es una sombra monstruosa que hace cien veces más grande el insignificante ser proyectado, la sugestión colectiva.
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