lunes, 22 de septiembre de 2008

El anciano del río

Seguía el camino con paso fatigado. Hacía ya algún tiempo que el viento había cambiado de dirección, mejor dicho de sentido, si antes me impulsaba no sólo aliviando mis articulaciones, sino oxígenando todo mi interior, ahora hacía de cada paso un suplicio, aturdía la mente y ensordecía a los oídos con su silbido hiriente.
Mi guía ,el curso del río, parecía estar compinchado con la sabia pero inclemente señora del lugar, la Montaña de Mefistófeles y me llevaba dando rodeos no sé ya cuántas lunas.
De pronto me sorprendió un objeto blanco en el agua, me acerqué: un blanquibarbudo anciano se agarraba de una roca del río con fuerza desproporcionada con su vejez. Corrí en su auxilio, pero provocando al peligro como un niño travieso soltó una mano para hacerme signos de que no me acercara.
Insistí y al fin después de una mirada fría y vieja, sí vieja, sonrió y se pusó a gritar:

"En la cima el digno se siente como en la placenta, un estado en el que sólo se recibe, sin pausa. Los vientos frescos circulan a sus anchas obsequiando a todo aquel dispuesto a escuchar con las palabras y notas más ancestras.
Uno de esos discípulos del oído expresó el sentimiento que se experimenta en las solitarias cúspides con gracia genial: "En la nada encontrarás el todo".
Ese todo es la exaltación de la mente humana, copulación con lo divino: un rito en el que formas, colores, imágenes, melodías, juegos...centellean con soberbia apabullando a la rutinaria mediocridad que vacía el cáliz de la vida plena con maldad. ¿Si es el cáliz de la vida plena, cómo se puede permitir que no se llene cada vez que el astro rey se asoma para suplir a su puntiaguda aliada en la guardia? Sí, digo bien ,puntiaguda, porque aquí sólo hay menguante, bueno cosas de viejos...
Aún más: Sin saber siquiera cómo es esa copa, cómo brillan con fuerza derivada de oscuros sortilegios sus esmeralda y rubíes incrustados, muchas almas creen actúar en favor de su sed y con sus toscos esfuerzos consiguen todo lo contrario: El engañoso derroche del jugo preciado.
En todo esto juega el agua de los ríos un papel crucial y maquiavélico: la corriente incansable impide el avance y ese oscuro Dios que se esconde dejando ver sólo las manos con uñas largas y sucias con las que maneja los hilos en este movimiento eterno, no tiene suficiente con el poderoso hechizo de la contracorriente sino que todavía le es necesario plagar el recorrido de puntiagudas rocas y obstáculos de su calaña.
Así llevo ya ciento dos años subiendo la corriente, aunque la verdad es que el camino tampoco hubiera sido mala idea, pero ya de niño soñaba con ascender "el Mefisto" en las condiciones más adversas."
Vivimos una pausa silenciosa en la que yo me apropié de todo cuánto había oído y él pareció fundirse en sí mismo, me dispusé a preguntarle algo, pero no me concedió el deseo: "Ya ha sido suficiente, no digas nada, que lo mismo es el propio Demonio el que habla por mi boca para seducirte. Sólo una última cosa más, no me juzgues del todo mal .¡sí! ¡no me mires así!, los que aspiramos a la cúspide tenemos el derecho o la desventaja de tener que juzgar cuánto vemos , oímos o sentimos por aquí. Digo que no me juzgues mal por mi facilidad de diálogo, ya que fuiste tú el que me encontraste y esto no ha sido más que un intercambio comercial, yo te he dado mi saliva y tú tus paciente oídos, ahora bien guárdate de juzgar del mismo modo allá abajo si es que decides bajar en algún momento, porque es allí donde hombrecillos cargados con títulos u honores que les encorvan hasta hacer de su apariencia la más grotesca figura, despilfarrarán su necia saliva sin esperar siquiera a que coincidan vuestras miradas ensuciando tus sentidos con su penosa desdicha.
Ni un segundo les dediques ,pués sólo escupen veneno y dicen proclamarlo a los cuatro vientos, cuando todos los que alguna vez hemos pisado estas alturas, aunque demoníacas, sabemos que allí está el ambiente cargado de pestilencia y que el aire puro no existe más abajo. ¿Has visto?Aún te he dado algo más a cambio, antídoto de veneno, no se qué hace un espíritu benévolo como yo por aquí, de veras que no lo sé..."
Y mientras nadaba con extrema dificultad, pero alegría hacia arriba, seguía hablando aunque no para mis oídos, porque hacía algunos minutos que había dado el negocio por finalizado.
Entonces sentí la llama en mis adentros arder con furia exacerbada y después de ver algunas imágenes en las que aparecía el laberinto interminable, salió de mí una determinación: Bajaré con gusto por el tobogán de agua contra el que lucha el anciano, haré lo que tenga que hacer con el martillo y el laberinto, auxiliado por el antídoto de mi benévolo amigo y luego valiéndome de su ejemplo a lo mejor nado un tramo.

1 comentario:

Marcus dijo...

Eres bueno.
Muy bueno.
Hasta fantástico.
Por favor, sigue escribiendo.