Se levantó algo cansado. En el espejo de la habitación le miraba con inquisición un hombre con barba algo canosa y llamativas ojeras. Se había pasado la noche leyendo. Si no se apresuraba no llegaría a la hora de la primera consulta, se vistió a toda prisa y dio dos golpes con el puño cerrado en la pesada puerta. De inmediato se abrió acompañada de un ruido pesado.
A penas se detuvo a saludar al vigilante y se metió a toda prisa por el pasillo principal. Pasó por el comedor como un rayo, el vaso de leche de un sorbo y el trozo de pastel lo engulló.
Mientras torcía por el pasillo de la derecha, el que está asomando al patio interior, aún masticaba el dulce.
Al fin llegó. Le abrieron la pesada puerta y no se lo pensó dos veces, se metió en la habitación. En una esquina estaba agazapada con los brazos rodeando las rodillas y escondiendo la cabeza.
"Buenos días, siento el retraso, es que ayer estuve leyendo hasta tarde y hoy me ha costado levantarme. ¿Cómo está usted?" , se disculpó. " Bien" ,contestó una voz melancólica. "¿cómo está su pequeño? ", preguntó. La mujer extendió uno de los brazos indicando una dirección a la vez que alzaba la cara y se llevaba el dedo índice a los labios "shhhhhht. No haga ruido que ahora duerme, no sabe, doctor, lo que me ha costado que se duerma, estoy exhausta". No se acercó al lugar que indicaba ella porque sabía que no había cuna alguna, pero asintió siguiéndole la corriente.
" ¿Tiene hambre?" , pero la mujer parecía no haber oído la pregunta o no querer oírla, cantaba susurrando una canción de cuna.
"Doña Ofelia, ¿Tiene usted hambre?" esta vez lo dijo en un tono más alto y chasqueando los dedos. "No doctor, la madre la mece....la madre la besa...." .
Entonces empezó a anotar en su cuaderno todo lo que había visto, explicando que a penas podía observar evolución alguna en la paciente. Cuando acabó de redactar el informe, se acercó a ella y con extrema suavidad y calma le tocó un hombro. "la madre la besa...porque el bebé no cesa...la madre la mece...y no duerme, no se lo merece...", así seguía cantando la mujer con la mirada perdida sin dar signos de notar el contacto con aquel hombre. Con tristeza se apartó dejando a la paciente exactamente como estaba al llegar y añadió con voz paternal: "Doña Ofelia, no se olvide hoy de dar el paseo de la tarde y recuerde: cuente los pasos, cuéntelos" y se marchó.
"¡Qué difícil resultaba distraer a esa mujer de su pena!" pensaba mientras bajaba las escaleras, " a ver si contando sus pasos consigue despejar algo la mente". Casi sin darse cuenta, ensimismado con sus pensamientos había llegado a la planta subterránea.
Por el camino se había cruzado con un par de enfermos y enfermeros y todos le habían saludado con cordialidad "buenas doctor" y el había contestado mecánicamente, porque no se había dado cuenta de sus respuestas hasta ahora.
De nuevo le abrieron una pesada puerta y se adentró en un nuevo mundo.
"Buenos días. ¿Cómo estamos de ánimo esta mañana emperador?" . Un hombrecillo menudo que llevaba algo parecido a un sombrero en la cabeza que pretendía emular al de Napoleón Bonaparte enseguida rechistó: "¿Cómo quiere que esté el ánimo joven? ¿Usted se puede creer que de 650 000 hombres que entraron en la maldita Rusia sólo 40000 cruzaron el río Berezina en Noviembre? ¿Sabe cómo le llamo yo a eso? ¡Cobardía y conspiración! Es curioso, ¿se ha dado cuenta? Todos los grandes males empiezan por "co". Excepto la constitución", hizo una pausa, miró al doctor que estaba serio y le observaba con atención, "Pensará que estoy majareta o desquiciado, la cosa es que lo que yo he vivido muchacho no se lo podría usted imaginar..." entonces le cortó el doctor: " ¿Qué le parece el nuevo régimen del comedor?" .
El anciano pareció volver a su realidad material " ¡Qué quiere que le diga!Ya me cansa tanta repetición, lo mismo los Lunes, los Miercóles y los Viernes, ¡dichosas lentejas! " todo esto lo dijo gesticulando en demasía.
El doctor anotó varios comentarios con una sonrisa asomando entre su canosa barba, le dio unas palmadas al viejo que le respondió con un gesto de "váyase usted a hacer puñetas" y golpeó la puerta para poder salir.
"Por lo menos es consciente del día en el que vive, sabe que la fantasía de proclamarse Napoleón, es más bien eso, una fantasía. No es tan extraño, supongo que muchas personas con la edad acaban confundiendo los hechos que les explicaron, que leyeron con los que realmente experimentaron, es decir, la realidad material con los años se acaba fundiendo con experiencias nunca vividas y acaba sustituyendo a la verdadera realidad material de aquel entonces. "
Aún seguía pensando esto en el comedor mientras degustaba las "amadas" lentejas del viejo.
Se tomó el café mientras anotaba todas sus impresiones, explicando con todo detalle las observaciones minuciosas que había llevado a cabo esa mañana, que no forman parte de este relato por ser exhaustivas y extensas.
Cuando dieron las cinco fue al jardín. Allí le esperaba sentado uno de los pacientes más desquiciados, el médico, le llamaban. Tenía cara de judío, era su rasgo más llamativo, porque contrastaba con el resto de personas del centro.
Había sido un hombre de buena familia que perdió a su padre por un error médico, una neumonía mal curada, su madre cayó enferma dos semanas más tarde, y como se suele decir, murió de pena.
El muchacho era algo inseguro y obediente, sobretodo era un tipo familiar. De pronto se encontró solo en este mundo y no pudo menos que echarse la culpa de todo, como no tenía agallas para escupir verdades a la cara del médico denunciando su falta de profesionalidad, encerrado en su piso durante varios meses, acabó por agenciarse la identidad del doctor, para cargar con toda la culpa. Era un proceso psicológico complejo.
Por lo menos ese era el historial del paciente más interesante de todos, el "médico", según el propio director del centro que se lo había explicado en persona hacía tres meses, al aceptar él este puesto, pidiéndole mucha comprensión y sobretodo "naturalidad con este paciente en particular". Incluso le exigió que le siguiera la corriente, todos los demás profesionales lo hacían, porque de momento era lo más seguro. Le tranquilizó saber que no era para nada un hombre agresivo y por eso las consultas las solían hacer en un banco al aire libre o paseando por el jardín, eran ratos amenos.
"Buenas tardes doctor" le saludó sintiéndose algo raro, pués era como si se saludase a él mismo.
El hombre con bata blanca sonrió: "Buenas tardes Jorge, ¿cómo se encuentra usted hoy?" . Desde luego era un tipo interesante, pensó para sus adentros: "Bien, algo fatigado porque no dormí mucho, ayer estuve leyendo hasta tarde" y bajó la mirada para parecer más inseguro a la vez que balanceaba el cuerpo.
"Ah!¿ Y qué leía si se puede saber?" , contestó el hombre con bata mostrando sincero interés. Se metía tan bien en su papel que a veces Jorge pensaba de verdad que era él el paciente.
"Pués verá: El nuevo testamento, la divina comedia y ya al final Ecce homo de Nietzsche".
Reaccionó afirmando con autoridad cómo aprobando el testimonio, pero en su cabeza parecían bullir ideas de todo tipo.
" ¿Y qué le parece este jardín?", así pasaron el resto de la tarde manteniendo una conversación ajena a cualquier tema de enajenación y acabaron disfrutando de la puesta de sol en silencio.
Entonces se despidieron y con la sensación de haber vivido un día fructífero se encerró en su despacho, desde fuera cerraron con llave y eso le tranquilizó, pués el día de su ingreso en el manicomio, el director del centro, un argentino de reconocido prestigio, le había explicado que debían tener ciertas precauciones porque "habían algunos pacientes violentos difíciles de controlar por ser terriblemente paranoicos". Por eso le cerraban dos guardias en su despacho con llave.
Las noches las pasaba devorando libros y tomando notas, buscando teorías... el resto del tiempo visitando a pacientes.
Era un trabajo solitario y como él sólo tenía un hermano no le importaba que las visitas fueran muy restringidas debido a la seguridad, los viernes sin falta el hermano con expresión lúgubre cruzaba los pasillos. Ése viernes ,como todos, al llegar a la celda preguntó casi sin fuerzas " ¿Cómo sigue?" , los guardias como de costumbre agacharon la cabeza meneándola de un lado a otro y entonces sabía que tendría que sufrir otro viernes desagradable: después de la deprimente visita tendría que escuchar las fingidas esperanzas del joven médico con cara de judío seguidas de sus amenazas "hacemos mucho por su hermano, espero que lo comprenda, pués está terminatemente prohibido que los enfermos se paseen por otras celdas y aún más haciendo más difícil nuestro trabajo, confundiendo a los pacientes y exprimiéndolos.Como usted comprenderá esta flexibilidad no es puro altruismo, el centro tiene algunos agujeros..."
Al fin hizo de tripas corazón, suspiró y abrió la puerta.
Jorge estaba sentado escribiendo en su "mesa", al oír el ruido de la puerta no desvió la mirada y se limitó a decir - "Adelante, adelante".
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