domingo, 13 de septiembre de 2009

Escribir

Escribir para vivir ¿Cómo? ¿Para sentir que existo? No me atrevería a afrimarlo. ¿Por instinto? Me agrada más esta idea. ¿Que es lo mismo? No lo niego, tampoco lo afirmo.
Aunque a veces me aterra pensar que escribo para obtener algo, sólo movido por un íntimo e inconfesable anhelo: que llegue el día en que se publique un pequeño libro con un título atractivo salido de mi chistera y se vea una bella imagen, y cómo no una fotografía del ilustre cráneo en la contraportada. Aún más allá, después de mi muerte: jóvenes admirando aquella calavera, ni eso, aquel polvo que dio esas circunstancias. Me aterra porque siento que no soy merecedor de nada, no escribo si quiera, y pienso que soy un necio.O quizás me fastidia esta idea porque transforma mi acto creativo en un medio prostituto de la finalidad asesinando la esencia misma del acto creativo, perdiendo todo el sentido. Espero las opiniones de los demás como el jardinero espera los frutos de un árbol desde que plantó aquellas semillas con cariño, pero sin paciencia ¿será la juventud? ¿Es acaso mi deseo inconfesable ser el anciano más joven del mundo, de la historia?
Soy feliz cuando siento que tengo que escribir, cuando algo superior a mí, tal vez yo mismo, me exige a la vez que me suplica que estruje la mente. Es como cuando la sed llama, no puedes decir que no, te entregas. Hay veces que me fundo con las ideas mientras escribo y olvido todo lo demás, raras veces, pero ¡qué doradas!
Otra cosa: me proporciona una paz intelectual ir por la calle y maravillarme de mil cosas: colores, sonidos... y dejar mi mente volar. A veces se me ponen los pelos de punta. "Soy un tipo con suerte" pienso, sólo por lo que me pasa por la cabeza. Pasa que escribo en la cabeza con lo que veo, no siempre, pero amenudo. Oígo a mi propia voz dictando palabras coherentes, durante algunos instantes y poseído por mi propio yo llego a un clímax. Soy pura dualidad artista y espectador.
Pasados esos momentos, como cuando uno vuelve en sí después de que se le acelere el corazón por una situación especial, lo veo todo por estrenar, creo que soy un niño en esos momentos, un niño más puro que el mismísimo Mesías y estoy desnudo.
¿Puedo materializar esos momentos de éxtasis? ¿No es una atrocidad tan sólo comparable a la de esa mujer que adoraba a su perro y cuando murió lo disecó? O por lo contrario, ¿no será por casualidad una lástima que no posea un frasco en el que pueda guardar estas sensaciones y revivirlas o mostrárselas a los demás? Creo que no. Es por su carácter singular y fantasmagórico, por su condición etérea, una vivencia más: irrepetible.
No hay dos personas idénticas en el mundo. ¡Qué maravilla de posibilidades! ¡Tantas contradicciones! ¡No existen las repeticiones! ¡No existen! Es una palabra envenenada y nunca me había dado cuenta. Nada se repite. Habla de patrones, esquemas; haz símiles, comparaciones, pero nunca creas en las repeticiones. En este tema desde hace apenas cinco segundos, es decir cuatro líneas me considero de un ateo exacerbado.
De verdad digo que yo mismo me escribo novelas o cuentos o poesía, música no. ¡Qué lástima! ¿Cómo debe ser lo de escuchar música nunca antes oída? Desde luego que daría un pie por ese don. ¿La aprecia del mismo modo el que la trajo al mundo que los oyentes?¿Cómo debe ser eso de oírla por primera vez, de que se te aparezca? No existe la repetición, es una idea más absurda que el infinito.
Pero aún así ,de momento, no dejaré de escribir; por instinto, me siento bien y veo que es mi destino, en toda esta especie de ensayo he despreciado un poco la vida social, para que callármelo: ¡sí, es un placer escribir y confesarlo!

1 comentario:

Marcus dijo...

Te lo repito, eres muy bueno