domingo, 11 de julio de 2010

La playa del calvario

Se está bien en la playa. Después de tanto esfuerzo a lo largo de estos meses, el descanso deseado no decepciona. Oigo las olas ir y venir, a niños gritar, la radio de algún dominguero...Pero lo que más me turba son las pisadas de aquel africano.
Cargado como una mula con pulseras, gafas, DVDs avanza entre las numerosas hormigas tendidas de cara al sol.
Aquel viejecito se emociona cuando ve a su nieto dar algunos de sus primerizos pasos tambaleándose para los lados con la pala en la mano, mientras aquel joven negro que cuenta a penas catorce años de amaneceres sigue su largo camino sin que el viejo blanco repare en su presencia, es un fantasma negro.
Un cuarentón con su blanca y abultada barriga lee con interés el periódico y se indigna ante la resolución tomada por el tribunal constitucional y sonríe de plena satisfacción ante la imagen del paseo de grácia abarrotado de manifestantes, el tenderete andante pasa por su lado y en su fugaz mirada de supervivencia descarta aquel sujeto como posible comprador de su pesante mercancía y sigue en busca de una mujer adinerada a la que ofrecer unas gafas de usar y tirar.
De vez en cuando observa las doradas olas y el júbilo de toda esa gente y no lo piensa, pero seguro que siente la "hibernación" del hombre-engranaje del sistema capitalista, por llamarlo de algún modo.
La esclavitud está abolida, no hay prejuicio de ningún tipo, todos los ciudadanos tienen los mismos derechos...así rezan las proclamas de nuestro estado de derecho, pero ,cada mañana que madrugo, en el autobús no encuentro más que a negros y latinas, en su mayoría trabajadores del hogar y jardineros de las casas adineradas de mi pueblo.
Pero sigamos hablando de aquel joven león que resiste en las arenas del mediterráneo. Algunos chavales opinan sobre el partidazo de esta noche, la gran final del mundial. En sus mentes las imágenes de las televisiones de jóvenes llorando después de la semifinal contra Alemania: llantos tanto de desconsolados perdedores como de ebrios ganadores. ¿Cuántas lágrimas retiene aquel espectro oscuro que seguramente dejó conocidos en su tierra de origen? ¿Quién es el causante de que aquella tierra esté marchita, pese a su riqueza natural, y que ésta ,en cambio, esté repleta de barrigas y vómitos de opulencia?
Es un callejón sin salida, un sistema totalmente controlado. Las emociones son manipuladas de tal manera que no conozco más que con cuentagotas el amor verdadero, la amistad y la solidaridad. Que no me venga ningún cabezón con una interpretación funeraria de la teoría de la evolución: que si el hombre es egoísta por naturaleza o qué se yo. Cualquier ser viviente si está solo y ve a un igual desvalido, su primer impulso es el de socorrerle, no me cabe la menor duda, la compasión no es fruto de la moral, es intrínseca a la esencia del ser humano como tal.
Pero si este hecho, el resbalón, ocurre cuando hay más personas presentes parece que las reacciones son más impredecibles, porque bajo la máscara hasta el león puede hacer de mona. La vida en sociedad es compleja y en Occidente está enferma.
En ésas andamos ,en un estado de letargo colectivo, fortalecido por las mentiras de unos desquiciados controladores del planeta, amplificadas a todo trapo por unos medios de comunicación a su servicio, difamando sin parar, diferenciando de un modo subliminal (y a veces no tan subliminal) entre los ciudadanos y los lacayos.
No pasa día que no oiga a esos párrocos en las cajas tontas guiando al rebaño, un rebaño al que cada día le pesan más los párpados y se deja guiar por una lejana voz.
Pero llegará el día en el que las ovejas vayan tan dormidas que el tropiezo de alguna, provoque el derrumbe de todas (el tropiezo se debe producir en las primeras filas). Es nuestro deber ayudar a tal tropiezo.
Mientras todo esto ocurre, mientras algunos se frotan las manos con la llegada del sumo pontífice o preparando su viaje al Vaticano, cuna de la humildad, nuestro joven cristo de ébano tropieza varias veces, pero pocos se acercan a darle agua y con entereza se levanta y contorsiona su mejor sonrisa para sacar algún que otro cochino euro entre la indiferencia reinante.
Lo peor de todo quizás es que allá en el Tercer Mundo son pobres como ratas y una vez y otra les azotan las enfermedades, pero haciendo uso del tópico, en mi opinión muy acertado, parecen todos felices; aquí en cambio, la insana opulencia se paga con caras de depresión y de vida sin rumbo. Allí faltan hospitales y alimentos, allí hay almas encerradas en putrefactos cuerpos, aquí sin embargo tenemos sobrealimentadas corazas y para colmo infectos espíritus. Hay que reaccionar, despertar. El camino sencillo y masticado no es el correcto, por eso hay que cantar, gritar, combatir a todas esas canciones de cuna que no cesan y que nos sumirán aún más en el sueño "embrutecedor" (como dijo aquel visionario) al que todos estamos sometidos, un sueño plagado de pesadillas.
La diferencia de clases es una enfermedad colectiva, para los oprimidos y para los opresores. Escalemos la pirámide hacia la dignidad de los pueblos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estos pequeños oasis que vas dejando en cuentagotas son una alegria y una fuente de inspiración. Bravo!¡

Anónimo dijo...

Impressionant! M'ha agradat molt! Segueix així