domingo, 26 de septiembre de 2010

La enmoscada

Asesina de oídos,
coleccionista de almas,
¿cuántos han caído,
en tus filiformes garras?

Aterrador zumbido,
que eriza los pelos,
¡oh, mal nacido,
de un asqueroso huevo!

Me sorprendiste sin más,
fiel sierva,
de aquel satanás,
de mierda.

Con tu raso cabello,
ojos metálicos,
emprendes en negro destello,
volares erráticos,
por el mundo bello.

Tu cántico es veneno,
eco de diáfanas mordazas,
y tanteas el terreno,
con estruendosa amenaza.

Combatí, lo intenté todo,
contra ti, me enfronté solo.
Di golpes, injurié en magrebí,
destrocé el ambiente,
pero tú seguías ahí,
desafiando para siempre.

Y ya exhausto, en el suelo,
soy cadavérico Fausto,
envuelto en el mayor duelo,
en la boca del Infierno.

¡Vil alma te frotas las manos!.
ante mi semblante enfermo,
burlándote de mis intentos vanos,
por salvar el cuerpo.

Agitas las huesudas alas,
azabache justiciera ,
por mis ideas malas,
pagaré sobremanera.

Sólo queda aguardar a la maléfica hora,
en la que cabalgarás el aire,
con tu erguida y ensangrentada trompa,
para convertirme en lo que siempre fui: nadie.

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