Se fue el sol, la viva alegría,
ronco y magullado,
seco mi pantano,
de estériles pepitas de sandía.
Ya no me aguanto,
acecha mi asesino doble,
figura azabache e innoble,
que extiende su manto.
¡Cabezazos de campanas de cobre!
el gato desaparece,
despierta el número trece,
¡Sólo me queda el sobre!
Mi único consuelo: el lecho,
tan estático, tan callado,
paraíso de enfático descanso,
entre el suelo y el techo.
¡Oh mi tumba de mil y una noches!
donde mis lamentos conviértenme en faquir,
y te incrustas en el alma como un menhir,
en horas de rumba para mil y un fantoches.
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