Cansado ya de enumerar la escabrosa vanidad en los andares de la vida, de petrificar el hálito vital en una absurda enumeración de fechas y lugares, voy a inmortalizar en una roca a estas alturas mi particular momentum vitae .
Hoy todo mi ser, mi alma cautiva se puede definir como la aspiración a un solo vocablo, rujo al abismo: "¡Soy yo! ¡El LAPIDARIO!.
Lapidario en todos los sentidos de la palabra. Acabo de desnudarme aquí en estas frías y azules alturas. Es una estruendosa provocación y como toda provocación, una vez lanzada al aire y siendo consciente de su momentánea libertad me obliga a rotar la cabeza todos los grados posibles mientras mis ojos inyectos en la férrea sangre de la demencia escudriñan un insensato reproche u objeción.
Nadie contesta y se pierde en el infinito mi lejano eco. Preso de una demencia febril tampoco era requisito indispensable crítica alguna para explotar en elocuentes explicaciones, aquí vienen, lo siento en el palpitar de mi sien:
" Soy yo el gran LAPIDARIO. El que labra piedras preciosas. Rubíes de ira, de pasión, incandescentes gemas terrenales dominadas por el omnipotente Rojo que tiñe la sangre, plúmbea cadena que subyuga al hombre a la mortalidad. Eterno rival del Añil, de lo intangible, del sueño. A este reinado onírico halago con zafiros, obras de la más paciente orfebrería, frutos de la contemplación hipnótica del mar, del cielo y las montañas. También devoto a la vida, al pulmón de la Tierra me entrego al esmero por las esmeraldas, perdiéndome en su esencia de enigmático laberinto romántico.
También trabajo oro y plata como devota ofrenda a los padres celestes del estado anímico, al rey astro y a su señora de las tinieblas que cubren a los mortales con sus mantos refulgentes.
Con todas estas piedras encierro en preciosas joyas resguardadas en mis estanterías cerebrales historias, anhelos, temores, cánticos, gritos...vida palpitante que presa de los narcóticos dormita a la espera de que el recuerdo la invoque para evocar sus excelentes magnificencias. Mis ojos y mis manos saborean el momento, única verdad, única realidad y origen de la vida, pero unos maléficos gnomos se encargan de gestionar la gruta de los recuerdos, sedando a mis obras de arte y almacenándolas en las vastas galerías de la mollera.
Como LAPIDARIO total que soy, no solo dedico mi existencia a labrar joyas, de ese modo la vida me resultaría insulsa y un tanto solitaria. Como LAPIDARIO entrégome con igual tesón al grabado de lápidas. Si no recelara del todopoderoso momento, me entregaría a la más produnda de las meditaciones como tantos sabios barbudos, pero no tengo agallas suficientes, o dicho de otro modo, solo cuando la realidad me ahoga, fórmase en mi cabeza esta bruma que todo lo oculta y me siento poseído por este benigno dios, el momento me somete y acepto la catarsis.
Asombrado por la infinita constelación de almas humanas, el brillo de algunas estrellas me hechiza y paso horas y horas sentado delante de aquellas mentes insignes y aquí en las alturas selecciono grandes piedras donde conceder un último epitafio tan merecido por poetas y almas creadoras a mi ver. A mi me gustaría resucitar los a todos ellos y bailar juntos toda la noche danzas macabras, contar eternas historias cristalizadas en anillos, aretes... Todos juntos a la vera de las estrellas en lo alto de la colina del lapidario, eterno epicentro de las máximas, de los aforismos,de los proverbios, de los refranes y de las sentencias más lapidarias jamás imaginadas".
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