Sentado en un banco escribo, reproduzco los gruñidos que entona ese ser, todo caparazón de caoba, que a veces deja ver sus impolutas muelas de marfil entrelazadas con pútridos dientes. Si los acaricias a conciencia, no como un dentista, puedes oír el arte, la poesía, la savia de la vida...Pero antes, te aconsejo: "Taládrate los oídos".
Déjate llevar como en un carro mortuorio por la exquisita disonancia que todo lo deforma, estira la realidad, la contrae, la amasa y de vez en cuando date el gusto de alejarte un metro del piano y observa al pelele, al maravilloso ser deforme que se aleja recién nacido como levitando...es el cadáver de la rima.
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