Y cada día que me dirigía a la parada de autobús me encontraba aquel infatigable joven cargado siempre con un ladrillo. Cuando volvía por la noche destrozado, ahí estaba el mismo espectro. No llevaba barba, ni melena...parecía no poseer una apariencia, parecía ser un Dios creador, un Dios genial y melancólico.
No aguanté más y apuñalé a la rutina, era una tarde, empezaba a anochecer y llegaba de mi sacrificio diario por el entramado humano. Me acerqué y me paré a su lado.
Pensaba que no notaría siquiera mi presencia ese tótem de carne, que pasaría de largo con su locura, que tendría que atraer su atención, pero esa fue la primera lección en forma de acción, nada más reparar en mi presencia dejó caer el ladrillo desde su mediana altura y éste se rompió en mil pedazos.
Con una naturalidad que fluía me dio un abrazo y dijo: "Toma, coge uno"
Así empezó mi tarea. Mi mente se detuvo, los pensamientos que daban vueltas y piruetas delirantes por mi chaveta se hicieron añicos, caminaba detrás de aquella figura, por voluntad propia a mi ritmo, a veces él me adelantaba en varias carreras, otras parecía avanzar más lento o yo caminar más liviano. Todos los ladrillos eran iguales.
Al cabo de cierto tiempo, no se cuánto pasó, se detuvo y me miró.
-Ya no te acuerdas- empezó- pero un día llegaste hasta mí para averiguar, con sed de conocimiento, herido por la curiosidad. Sangrante te acercaste y ahora que pareces haber sanado, ya nada recuerdas de aquel coágulo, pero quiero hablarte. Lluvias y fatigas, tardes soleadas hemos pasado juntos en silencio, aquí en el borde de la gran ciudad. Callados como las piedras que transportamos, pero hoy quiero hablarte.
¿Ves el cielo? Seguro que lo has observado, yo mismo te vi algunos momentos pararte, secarte el sudor de la frente mientras examinabas el retrato de tu alma, cuando subías y descendías de aquel autobús nunca te fijabas.
¡La joya terrestre, el cielo, el retrato del alma!. Aquí la has sentido, pero no la has contemplado aún con suficiente detenimiento: ¡Mírala! ¡Tu alma cristalizada! ¡Tu alma suave y graciosa!
Cuando sale el astro rey el firmamento es claridad, es virgen, limpio, puro, así tu alma despierta en silencio, libre de manchas, con una nueva vida por delante. Todo parece salvable, todo parece posible, la claridad es infinita. Sosiego.
La etapa que sigue es una malformación del amanecer, la intensidad, la vibración demente y descontrolada se incrementa. Los humanos no viven en mediodía. ¿No lo sabías? No viven, ese desfase, ese ruido incontrolable,esa sopa en la que gorgotean fatigas, burdas necesidades físicas no podía acabar bien y de pronto cede abriendo un gran corte, la gran brecha...la tarde. ¡Sí la Tarde que arde!
Atardece y el infierno se aproxima, el arrebol de las nubes tiñe de sangre la gran bóveda como si de un glóbulo ocular sanguinolento se tratara. Es en ese momento que hierven en tu corazón las más altas pasiones, las ideas cargadas como plomo, botan y rebotan en mil direcciones dentro de tu humana mollera. Heridas de aquel mediodía descontrolado, desfasado. Maraña de venas y arterias enredadas. Condensación de hastío, nervios, ira...enormes cuchilladas en lo alto del firmamento.
Cae la noche y las heridas supuran. Cadavéricas costras púrpuras languidecen quejumbrosas en las almas humanas. Tu aullido se oye en el silencio y se pierde en un coro de los solitarios. Otros, más débiles, más soñolientos, menos vivos en fin, son esclavos del zumbido de la tecnología, ni siquiera sienten. A esos no debieron concederles la vista, pero tú con tus cinco volcanes, notas el palpitar de todas tus llagas y parece un pozo sin salida el Ser, ésa es la inmensa oscuridad donde el último grito se extingue sin orgullo, perdiendo toda su vibración, esa es la cuarta gran etapa del día.
Sólo en tu lamento, en tu escozor, se advierte algún atisbo de vida y eso hermano mío son las contadas estrellas que puedes contemplar allá arriba. Sentimientos, verdades atrapadas que hierven, enfrascadas en vítreas formas. La inmensa luna, con su potestad de reflejo solar, engendra nuevas vidas y a ella se entregan todos los amantes.
¡Mira tu alma camarada!¡Contemplala! ¿No es el fresco más bello que has visto jamás? ¿Lo habías mirado alguna vez?¿Te habías detenido a sentir tu alma? Eso quiero yo, crear una gran fiesta, un gran día, a base de tapar la materialización de nuestra ánima. A lo mejor así una humanidad entera sienta que ha perdido algo, sienta que el cemento tiene un límite, que el gris del alma inerte extingue. "Somos" aquí para acicalarnos para una gran cita, ayúdame con los ladrillos, hermano, que cuatro brazos hacen más que dos...¡Sí!¡Preparamos el gran banquete!¡El gran despertar! Entonces, cuando hayamos terminado la gran bóveda cimentada, a lo mejor nos mataremos los unos a los otros en absurdas trifulcas fraticidas, pero la lucha será por nuestra alma y entonces mi barbudo maestro Zarathustra bailará con nosotros porque la humanidad se habrá liberado no DE algo, si no PARA algo, para participar en la danza de lo imprevisible, la gran danza del momento celebrada bajo la supervisión de la poderosa metáfora del alma, con algunos escombros aún de cemento, ésta es mi gran aportación, mi creación, mi salvación frente a la caída de la gigante estatua del ídolo de mis amores.
1 comentario:
No veo diferencia entre lo que pudiera ser una aventura de Zaratrusta, y tus escritos.
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