Son las siete y media de la mañana. Cierro la puerta de casa, abro la del ascensor. El ruido quejumbroso de un motor al que le obligan a madrugar contra su voluntad. Amortiguación en seco, abro la puerta y la dejo como la encontré al principio para que un nuevo habitante de aquel bloque de pisos continúe con la perturbación de la máquina gruñona.
Pasos que silban en el silencio, me multiplico en los espejos, pero sólo yo abro la puerta de la calle. Frío, viento, sonidos. Dejo que se deslice aquel guardián del umbral, sellando de nuevo al edificio en la quietud doméstica.
Algunos coches surcan la calle...ruido molesto, madres y padres acompañando a los pequeños al colegio, guardería...El cielo está cristalino.
Se cruzan decenas de mentes congeladas, entregadas a alguna actividad rutinaria: sacar al perro, comprar el pan, dirigirse al trabajo...
Una gran fiesta de pasos para mí, lentos, sinceros, con sentimiento... pasos naturales pero ensordecidos...deformados, se lamentan con ritmo.
Si ahora yo fuera un paso, que lo soy, me sentiría como si estuviera dentro de una botella de esmeralda vidrio gritando a pleno pulmón... ¡Que dulce elixir medio extinguido dejaría volar el cuello de la esbelta botella!.
Llego al metro...Escaleras, pitidos, escaleras...Me mezclo con la marabunta.
Dentro del gusano toman el relevo de los pasos unos diligentes bostezos en cadena, como una ola...en alguna boca incluso asoma espuma.
Dos paradas con sus silbatos y sus puertas abriéndose y cerrándose como exige el guión, y un nuevo tramo a pie: transbordo.
La densidad de hormigas aumenta y mientras atravieso las vías por un paso superior me dejo llevar por el hechizo de nuestros instrumentos, los gemebundos pasos.
Estamos en la arteria central y ahora irrumpe una rebelde y anárquica flauta, pocas monedas acompañan a esa melodía. Pasos, más pasos y escaleras...la línea verde me saluda somnolienta.
Las puertas ,siempre tan abiertas a todo el mundo, dan la bienvenida a los apretujones y al juego de las sillas, cada uno busca su espacio.
Ahora algunos observan, otros escuchan música, los más valientes y acompañados intercambian algún pensamiento atrofiado por las horas de sueño...
Yo y algunos más, leemos esta mañana.
Son varias paradas, hay harto tráfico humano ,los pasos ceden su espacio auditivo a las chaquetas, bolsas y mochilas. Estas provisiones humanas y algún que otro estornudo ocasional (con su lógica reacción en las inmediaciones)siguen fielmente con el modo lastimero y sostenido.
Un poco más y me paso de parada, bajo detrás de un buen grupo con mi cabeza palpitando y con la intención de acabar el capítulo, si es que se le puede llamar así. Dejo que las hormigas de esa hornada se estrujen escaleras arriba y me quedo solo en el andén.
No hay nadie. Silencio.Nunca me había quedado en el andén rezagado.
Algunos de los que llegaron conmigo tenían prisa, llegaban tarde; a otros les sobraban algunos minutos, llegaban demasiado pronto...incluso los había que llegaban a la hora que se habían propuesto...En fin... son agua pasada, todos esos ojos ávidos de imágenes, esas cabezas proyectando las siguientes horas. Seguir el nacimiento de un solo pensamiento es demasiado trabajo, seguir el hilo de cientos...es querer secar el mar con un cubo.
En el andén no hay nadie. Creo que ya lo había aclarado esto. ¡Que silencio tan ligero, tan marcado!...Alguien lleva ese silencio, no puedo creer que sea natural. Alguien lo debe de dirigir. Intento seguir con mi lectura, pero es prácticamente imposible...Algo superior a mí está al acecho. Mi cerebro hierve.
Ese abominable ser espera a hurtadillas, se está gestando y crece a ritmo artificial...Es un gran engendro, ahora lo noto y las venas me palpitan por todo el cuerpo...La adrenalina se dispara, el sudor me quiere muerto, ahogado... Los pelos de todo el cuerpo intentan abandonar la nave a tiempo, pero sólo logran erizarse pues están sujetos de por vida. Dejo la cartera, el libro, el abrigo... tirados, todo encima de aquel banco de piedra y por el suelo...empiezo a correr como un poseído...
La cámara del metro me sonríe con frialdad y me parece oír ,como venido de otra galaxia, algún anuncio: " No fumis al metro"...
No hay tiempo para decisiones...cojo las escaleras convencionales, las mecánicas sólo dan comodidad y no es eso lo que me a salvar de ésta...¡Me va a atrapar! Ya oigo los timbales, toda la malignidad de la ingeniería rugir y a ese ejército prepararse para la última batalla...A pasos agigantados intento subir las escaleras...¡Parece que lo voy a conseguir, voy por la mitad!...¡Horror! ¡Ya han atracado! Empiezo a oír ,ahora sí, el vital estruendo de los cientos de pasos que van a su particualr guerra...Giro la cabeza con terror y puedo observar las sombras de la avanzadilla reflejadas en la pared, en un anuncio de un supermercado... Me pitan los oídos como si tuviera un panal de abejas incrustado, ahora oigo alejarse al pesado buque insignia... Veo los primeros cuerpos asomar... Como en un sueño me veo desde el techo...en el suelo, he tropezado...las ingentes hordas de estudiantes, trabajadores, parados, hombres, mujeres , niños avanzar ansiosos...Me intento levantar, pero es en vano...los músculos no me obedecen, están tensos y entumecidos... me arrollan sin contemplaciones...demoníacos pasos de pies bomeados de sangre fresca pasan por encima de mi ser-bulto. Nadie repara en el sustento de sus cuerpos y me aplastan sin miramientos.
Ahora ya hace un rato que se fueron y ha vuelto el silencio. Estoy malherido en mitad de las escaleras, donde perdí mis fuerzas de supervivencia mientras el reloj del andén lleva la cuenta atrás. Lo dejé todo tirado allá abajo, sólo tengo conmigo este papel y este boli con los que improviso un escueto y fugaz epitafio para mi cadáver. Se me ocurre alguna tontería: Aquí yace el iluso que en vida proclamó: ¡Para vencerme tendrán que pasar por encima de mi cadáver!" Pero eso es un mero entretenimiento, una burda distracción ocurrente...lo vital del momento es el misterio insondable de que alguien dirige este silencio tan hermoso y acompasado, tan grotesco, tan bello...¡Estoy seguro!
No tengo mucho tiempo pues el gran gusano está ya a punto de parir a una nueva camada...Tan igual y a la vez tan distinta.
Si algún ávido lector se pregunta por qué el nombre de este pequeño cuento, ha de saber que me tiene hechizado...que algo misterioso lo conectó todo...Es muy difícil de explicar. Si tuviera algún lector de carne y huesos le explicaría parte de mi demencia y del curioso azar. No soy un entendido ni muchísimo menos...pero es una pieza de Duke Ellington la que a lo mejor ayudó a atar las sensaciones cutáneas que dirigía mi cerebro "Creole Rhapsody Part 2", yo mismo tuve que indagar porqué le quería poner "Rapsodia" y porqué estaba empecinado en que sólo podía ser este nombre.
Queda así saldada mi última obsesión. Soy libre hasta la próxima.
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