"Sorry, ése ttren...Barselouna?". Al oír esta pregunta, él despertó de sus ensueños. Las mujeres contestaron a la extranjera ,que así las interrogara, asintiendo con un gesto de complicidad.
"No llegará", pensó él. La voz femenina que anuncia la llegada de los trenes había repetido ya unas quince veces su desquiciante mensaje, así que cuando vio a la joven zambullirse en el túnel con una prisa moderada,se repitió: "no llegará, lo tiene crudo".
De pronto, algo en todo aquello le sobrecogió, sin saber muy bien por qué siguió con la mirada cada paso de la chica bombeando su corazón en resonancia. "Ojalá llegue, ojalá llegue". Los segundos que pasó ella debajo de la tierra, a él le parecieron siglos, tal era su angustia.
Cuando al fin reapareció, él pudo relajar su pose erguida como un perro de caza. Ahora sólo quedaba aguardar y rezar todo lo posible. Sus ojos se pararon en un mapa que la extranjera llevaban sin cuidado y que a cada paso se arrugaba más.
El tren pitaba furioso, las puertas se pusieron al rojo vivo. Algo pánfila, acomodó todo su peso en los talones y contempló por un momento el pequeño panel luminoso del tren en el que se podía leer una anaranjada "Barcelona". "¿Qué diantres hace? ¿Acaso no se fía de lo que le han dicho las mujeres? ¡Lo va a perder! ¡Que angustia!"
Se cerraron las puertas y ella se quedó fuera. Él, perturbado por toda la situación, saltó a la vía justo cuando llegaba el tren con dirección "Blanes".
Quizás él era demasiado sensible para esta vida, pero lo que es seguro es que ella no perdió el tren, lo dejó pasar, porque de pronto se le había ocurrido una locura veraniega en el extranjero ¿Por qué no preguntarle el nombre a aquel guapetón que estaba sentado junto a las mujeres y que parecía tan ensimismado? ¿Total? Como dicen por aquí: ¡Sólo se vive una vez!
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