martes, 12 de julio de 2011

Pobre vecina cristiana

Veo la fría piedra de tu casa,
y recórreme un escalofrío,
con toda el alma ansío,
en verdad saber qué pasa.

Ayer regabas las plantas,
con tus pliegues de piel,
y tus manos santas,
racionaban de tu hijo la miel.

¿Qué serás hoy? Acaso huesos, lombrices,
y yo aquí joven y fuerte,
lejos del ocaso cargando tersos bíceps,
también para mí cambiará la suerte.

¿Y tú, muerte?¿Tú?,
Si vienes, si me has elegido,
dame algo de antelación,
no como a mi vecina,
para que el tedio engreido,
viendo la que se avecina,
no sea en el instante del brillo,
amante de la maldición de mi último respiro.

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