martes, 25 de octubre de 2011

A-luz-inación

¿Cuánto tiempo llevaba K. allí? Podía ser un día, un mes, un año o varias reencarnaciones.
Recordaba que en un tiempo ,o bien extremadamente lejano o bien extremadamente próximo, había combatido al tedio con un poco de ejercicio físico: flexiones, abdominales, estiramientos...Pero siempre acababa sudado y duchas no existían, de manera que había desistido en el intento. Sólo el infinito blanco.
No había entretenimiento posible, ni un sólo objeto, ni un ser...Nada. Bueno nada no...la Sala Blanca

No se puede entrar en los pensamientos de K. , son demasiado confusos. El tiempo, los lugares, los recuerdos son como una masa de chicle que succiona y engulle todo.
En algún momento se concentra en el origen, en su construcción imaginaria o reconstrucción real o mezcla de ambas: una clínica para olvidar, para resetear el cerebro y de ahí la obligada estancia entre las paredes eternamente blancas; un empleo de mala muerte basado en experimentación: ¡K. la cobaya humana! ; el limbo, después de un accidente de tráfico traducido al mundo real en un estado comatoso o vegetativo...

En breves le tirarán su ración de subsistencia: unas píldoras. K. habría vaticinado esto con acierto repetidas veces, pero otras, sus pensamientos seguían por unos cables inexplicables conectados a unas pantallas fisgoneadas por científicos crueles o heroicos o simplemente se manifestaban en densas capas de humo que K. no podía ver y que se perdían en el alto techo de la sala blanca sin más testigos que la propia estancia. No había nadie y nadie le tiraría nada parecido a una pildora.

La Sala Era Blanca, pero más acertado sería quedarse sólo con las tres primeras palabras: la Sala Era. Y aún más acertado: la Sala Es.

Ésta idea, si es que se le puede llamar así, era el núcleo que K. cercaba. A veces lo rozaba con suavidad inocente y otras veía con claridad como se alejaba de aquel hallazgo de la energía encerrada en la Sala y en el centro de su ser.

No vayan a creerse que es sencillo y natural permanecer en la Sala, aunque tal vez sea lo más natural que puede existir el hecho de estar ahí dentro. Sea como sea, los tiempos verbales convertíanse, conviértense o se convertirán ,ahí dentro, en meras sombras que carecen de valor, de esencia.

K. no sabe si ha amado locamente a una única y sola mujer que le ha destrozado los nervios y con la que sueña con una frecuencia perniciosa.
Cansado de haber probado todos los labios femeninos que abren y cierran en todos los momentos en este mundo, dormirá inquieto por no soñar con ninguno en concreto.

Haría falta plantar tres amazonas más con la intención y demoníaco propósito de conseguir el papel necesario para materializar los libros que ha devorado el ávido K. durante su estancia en la Sala Blanca, donde, por cierto, (o por falso), está prohibido leer y donde no ha entrado nunca libro alguno.
¿Qué le queda a un hombre cuando lo ha leído todo? Cada pensamiento, cada burdo sentimiento, cada escena...todo ya lo ha presenciado y lo conoce, pero a pesar de todo, muy a pesar de todo, continúa en una Sala Blanca, desnuda, vacía, ausente, infinita, la misma que le pudo ver nacer en alguna de sus vidas.

K. tiene unos cuarenta años de edad. ¿Barba matusalénica? No necesariamente, pero con toda seguridad. Escribió toda la poesía que existe, existió y existirá, sin conocer a penas las palabras de ninguna lengua.

Mira la Pared Blanca, infinita, embelesado o mejor podríamos decir exasperado. Parece que toda la existencia se condensa en él y bajo la seducción del ritmo de la batuta que mece con frenéticos movimientos el pequeño corazón de K., nuestro héroe se aproxima al núcleo de todas las ideas:
en la Sala Blanca, en la odiosa Sala Blanca...necesita un estímulo. ¿Dónde ,si no, se puede iluminar de mejor manera un pequeño estímulo, la vida? Con toda la existencia sobre las espaldas empieza a entender que un sólo estímulo, un color, la ausencia del mismo, un sonido, el silencio, una variación... sólo eso es necesario y que....
De pronto se apaga por primera vez ,desde su pretérita y futura construcción, la Sala Blanca y tanto K....... como yo...... como tú mismo, quedamos en la más oscura de las penumbras.

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