domingo, 31 de julio de 2011

Besos de las tinieblas

¡Al fin a vuelto a suceder! ¡ De nuevo dar a luz! Bueno...¿o no?
En los pisos superiores todos estaban entretenidos, me consta que alguno incluso había salido a compartir su ocio con el mundo exterior. Por allí, algunos están demasiado atareados con la Nada. Otros demasiado con el Todo.

Yo había finalizado algunos ejercicios en la barra colgada entre dos paredes del garage y cubierto por una gruesa capa de sudor, me había escabullido por la despensa para hacerme con un infinito fuet como recompensa a mi sacrificio físico.
Cuando ya había cortado unos seis trozos con apoyo en la mesa de ping pong, la hoja del cuchillo resplandeció exhortada por la bombilla del garage...Entonces vino la gran sacudida, la avalancha y di a luz (o todo lo contrario según se mire).

No pensé, como movido por unos hilos de marioneta, corrí al interruptor y se hizo la oscuridad.
Un escalofrío recorrió mi médula, cerré los ojos.
¡Que inmenso placer! Sin planificación, sin razonamiento, lejos de una clase de meditación con sus consejos y reglas... han sido unos segundos de respiración, de verdadera respiración.
¿Se remonta al tiempo de las cavernas el asesinato de la oscuridad? ¿No es acaso esta guerra una cruzada sin descanso? Pantallas LED por todos sitios, móviles, mp3, portátiles, farolas...luz, luz, luz...Quizás por eso estos días, el Sol se ha tomado fiesta.
En el fondo...¿Por qué no se iba a poder tomar vacaciones en julio el astro solar? Si ya nos valemos, ¿no?.
¡Que apaguen las estrellas! Si desde las calles refulgentes de las ciudades no hay manera de que lleguen sus mensajes...

¡Asesinato global! Pero...¿Por qué nos han de interesar redes, telarañas, tan complejas? Si tú, amigo, primo, hermano, como yo, puedes un día, sin más, sin ley, sin receta, sin necesaria repetición, sin pensar en nadie ni en nada...hacer un movimiento de dedo y mandar por unos instantes todo al carajo y sentirte desnudo en el mundo, sobredimensionar formas, sonidos, entrar en un mundo dominado por el subconsciente, dar una pequeña patada a la mente y a sus obsesiones, escombros del espirítu de supervivencia...
En la oscuridad, estoy aquí. Los sentidos se potencian con un intrigante sazonador: la duda, el miedo, la imaginación.
Por primera vez en mucho tiempo de luz, huelo el fuet y con sentida pasión de loco, empiezo a dar cuchillazos a diestro y siniestro, las rodajas saltan por toda la mesa.
Cuando me lo lleve a la boca, no me extrañaría encontrarme un dedo... ¡Viva la oscuridad momentánea!

martes, 19 de julio de 2011

Cuentos absurdos: momentos de "lucipez"

Harold tenía unos veinte años. Llevaba una vida, desde el punto de vista de todas las religiones, impecable. Ni rastro de máculas en su conducta en el trato con sus semejantes y respetuoso con la creación. Deportista, sin vicios y defensor a ultranza de la dieta sana y equilibrada.
Su madre tenía una debilidad: el congelador del garage. Encargada del cuidado y alimentación de la prole, se las ingeniaba haciendo mil cálculos para procurarles una dieta rica y variada.
No sorprende, por lo tanto, que la adquisición del congelador, multiplicara sus opciones hasta fijar el infinito como techo limitador en lo que a variación de platos se refiere.
Un día Harold saboreaba un lenguado sentado en la acogedora cocina. De pronto le vinieron unas imágenes inconcebibles a la cabeza: Veía el mar, sentía el vaivén de las olas, degustaba la sal, el sol abrasador en el cogote...
Ante tales visiones comenzó a marearse. Pálido como la leche se escurría por la silla cuando su progenitora con sobrehumano esfuerzo le tendió en el suelo con delicadeza y marchó a la carrera en busca de un cojín.
Harold balbuceó: - Mamá...¿De cuándo es este pescado? ¿No estará caducado?-
La madre acalorada respondió: - No hijo, en el congelador aguantan los alimentos mucho más de lo que pone la fecha de caducidad-
Harold haciendo acopio de fuerzas sobrehumanas susurró: -Déjame ver el plástico que lo contenía porfavor...-
Ante tal súplica moribunda, la madre no se pudo negar y se zambulló en la basura en busca de la información. Cuando al fin se hizo con el plástico y lo escudriñó, los dedos le temblaban y enormes borbotones surcaban sus mejillas.
Alarmado, Harold se incorporó lo que pudo y preguntó:
-¿Qué ocurre mamá? ¿Caducó hace mucho? No te preocupes...vamos al hospital, pero dime...¿de cuándo es?-"
En un hilo de voz que se iba apagando con lentitud, la madre contestó:
- Este...pescado...es...del día...de tu...nacimiento
Y la mujer se desmayó-

Harold despertó. Por unos segundos había recordado su última reencarnación, que había devorado, sin saberlo, al cuerpo de la anterior. Por un instante, la fragancia del Universo había recorrido cada partícula de su ser.
Lástima que Harold fuese un lenguado, el recuerdo de este sueño, duró lo que duró el sueño.
Ahora debe de estar viendo el mar, sintiendo el vaivén de las olas, degustando la sal, el sol abrasador en el cogote...

Cuentos absurdos: El perro peligroso

Juan Téllez acaba de llegar a la tapia tras atravesar el lodazal. La finca del torero está sumida en un silencio sepulcral.
Juan se acicala con el pasamontañas y bordea el muro. Con cansancio rutinario, enfoca con la linterna y lee mecánicamente el cartel que reza: "Cuidado, perro peligroso".
Ninguna reacción remarcable se manifiesta en el ladronzuelo de guante gris ante este aviso, algo de experiencia sí que tiene.
Anda algunos metros más. Esto ya sorprende un poco más, hay otro cartel: "De verdad, el perro es muy peligroso y silencioso".
Un breve escalofrío recorre la médula de Juan Téllez ante la insólita advertencia, pero no se amilana, ha venido a hacer faena y un estúpido sabueso no le detendrá. "¡Quizás ni existe!¿Qué es eso de un perro peligroso y SILENCIOSO?".
Busca en el bolsillo el frío del puñal y algo más tranquilo avanza palpando la tapia con la mano diestra.
"¿Qué diantres?!", como por arte de magia, la linterna le lleva a enfocar un nuevo letrero de azulejos: " Por lo que más quiera, sálvenos del perro peligroso"
Entonces Juan Téllez de dos ágiles brincos se procura un lugar digno de un centinela y echa un vistazo a la finca. Un perro descomunal, eterna fuente de espuma, araña la pared de la vivienda con suma ausencia de ladridos.La familia está acorralada y entre las persianas aparece un brazo casi esquelético implorando con gestos socorro.

Juan Téllez es un ladrón de buen corazón, pero cuando ya se dispone a marcar el número de emergencias de la localidad, una nueva corriente mental le perturba y sentencia: "Por ponerle a uno tan difícil el sustento, se lo tienen bien merecido".
Acto seguido guarda teléfono móvil y linterna en el bolsillo libre y se pierde en la penumbra de la noche tras sus huellas en el barro.

domingo, 17 de julio de 2011

Presentimientos lunáticos

"¡Que angustia! ¡Que terror! ¿Cómo es posible? Juraría por mis venas que el cajón de la mesita de noche nunca tuvo cerrojo. Esto ha de ser fruto de algún sortilegio. ¿Cómo demonios es posible? ¿Acaso será este mi único momento cuerdo y presente y el resto de vida soñé que era un cajón de libre acceso? ¡Estos pensamientos acabarán conmigo! Puedo sentir como me hierve la sangre.
Aceptando que siempre fue así...¿Dónde está la llave? ¿Dónde la guardé? ¿Qué se oculta en ese oscuro cajón? ¡Es todo tan raro! y hasta hoy mismo parecía todo tan plácidamente corriente... Me voy a morir de la intriga, lo veo, lo siento..."

Acto seguido perdió la conciencia y cayó su cuerpo muerto encima de la mesita que estalló en cien pedazos, en medio de los escombros el maldito cajón quedó abierto apoyado contra la sien exánime del antiguo narrador. En su interior refulgía una pequeña llave.
Yo he tomado el relevo de la narración y empiezo a comprender que la existencia me tiene una guardada.

El regalo de la Mariposa

Ocurrió después de siete años de matrimonio. A. hacía balance y pensaba para sus adentros "algo malo habré hecho... quizás no la merezco... ¡Ay,mi pobre Mariposa!".
Un observador imparcial habría dicho quizás que la amorosa compañera de A. se cansó de hacerle trastadas y barrabasadas, porque siempre acababan con un piadoso perdón.
Fue en ese séptimo año, cuando la condesa se encerró en su gran habitación.
Parado delante de las inmensas puertas de madera, A. se sentía un niño al que le habían cerrado parte del mundo, le venían imágenes de las puertas cerrándose con lentitud perdiéndose para siempre aquella cámara tan blanca, refulgente por los ornamentos de ópalo con sus gigantes vidrieras, mirador de los jardínes más exóticos y exquisitos.
Allí se habia encerrado "la pobre Mariposa".
Por más que lo intentaba A. no podía dejar de sentirse culpable como una rata sucia. Entonces empezó a recorrer las largas galerías del palacio de marfil donde residía. Bajaba largísimas escaleras y las volvía a subir, devanándose los sesos. Al fin ocurrió y el hombre alumbró a una idea madura:
" ¡Eureka! Si la última vez que me entrometí en sus asuntos, lo que está claro que fue una falta de respeto por mi parte, mandé construir aquel hermoso lago al pie de su habitación...¿Cómo no ha de perdonar mi nueva falta si le traigo el zoo más completo sobre la faz de la Tierra"
Y el infeliz iba repitiéndose los animales más raros e infrecuentes, para no olvidarse nada, mientras bajaba por una de las miles escaleras laberínticas.
Casi se topó con la puerta inmensa que daba a la entrada del palacio por culpa de su lista mental. Volvió a la realidad y quedó asombrado al comprobar que la puertas no cedían, estaban cerradas como por arte de magia.
Gritó como un desalmado a los eunucos que la custodiaban al otro lado, pero o se habían equivocado de miembros al amputarles en su tierna edad o bien estaban dándole al opio en algún oscuro lugar lejos de su puesto de trabajo. Los maldijo en silencio y desanduvo el camino, así probó el segundo.
Las siguientes experiencias que vivió A. fueron réplicas, si no exactas, pues nada se repite con total exactitud en la existencia, parecidísimas.
Entonces recostado contra la puerta del centésimo laberinto, empezó a sudar como un gorrino y a mezclar esas secreciones con el elixir provinente de las glándulas lagrimales, desanduvo el camino que algunas horas antes hiciera a la carrera y cuando al fin, después de un eón, llegó a la habitación principal, como un autómata programado por el destino se inclinó ante las inmensas puertas que cerró aquella Mariposa y obligó a un ojo a adentrarse en el mundo que ofrecía la mirilla, mientras el otro se oprimía con fuerza.
Ante la majestuosidad de lo que vio allá dentro, tuvo un segundo de lucidez antes de caer en las tinieblas de la demencia. Al otro lado de la puerta reíase de su necedad de marido pazguato un palacio el doble o el triple de grande que el original en cuyo gran salón, una baraúnda de esclavos, animales de todas las razas existentes y otros desconocidos por el hombre, se entregaban a un banquete orgiástico bajo el mandato de la reina soberana (la Mariposa).
Al fin A. pudo comprender que era él el que había quedado encerrado para la eternidad y sólo entonces pudo recordar, como si destapara de pronto humeantes vapores de recuerdos, que en las últimos años, la Mariposa se había encargado de "remodelar" el palacio. Sólo entonces le vinieron a la cabeza todas aquellas horas de interminables obras, tapiando las mil y una entradas de los pasadizos originales, construyendo nuevas cámaras, laberintos de entradas, anexas a la habitación de su mujer.
En un último gesto heroico, A. se dijo:
" Dicen que el amor es como el fuego; suelen ver antes el humo los que están fuera, que las llamas los que están dentro. Así que por mis gloriosos antepasados insultados por esta pecadora, juró que llorará mi muerte"
Acto seguido empapó la habitación con un líquido inflamable y se prendió fuego.
Serían las cuatro de la madrugada cuando por la ranura de la llave de las grandes puertas se empezó a dibujar un fino hilo de humo pestilente.
Dicen que algunas bacantes lo aspiraron y les produjo una gran hilaridad

miércoles, 13 de julio de 2011

Un asunto peliagudo

Sandi y Haar habían pasado muchos años juntos en la universidad. Un Precioso -Día- De -Verano acogía su último encuentro en la piscina. Aún no lo sabían, pero era el última reunión de juventud, los caminos se bifurcaban justo después de aquel día solar.
Estaban tumbados después de un remojón cuando Haar extrañado dijo:
-Sandi, ¿te depilas el pecho?
Y Sandi respondió:
-No, ¿te parece qué tengo poco pelo?
A lo que contestó Haar:
-Sí, muy poco, pero queda bien. Yo en cambio me tengo que arreglar de vez en cuando para no parecer un oso, con esta mata…
-Bueno…visto así. Pero mi padre tiene mucho, yo creo que me crecerá y te confieso que no me disgustaría tampoco, dijo Sandi
-¡Que dices! ¡Pero si es un palo tener pelo! De todas formas, siento desilusionarte, pero no creo que te crezca, si en veintitrés años no te ha crecido…
-Dicen que el crecimiento del pelo no se atasca en una edad…Desgraciadamente el de la embergadura sí
-¿Te apena mucho hacer sólo un metro cincuenta y ocho?
-No, no- respondió de forma poco convincente Sandi, y como la conversación se había marchitado añadió con sonrisa forzada:
-¡Qué! ¿Otro chapuzón y nos vamos?

Como estaban disecándose durante el breve coloquio, Haar aceptó de buen grado y las jóvenes mentes dieron la conversación por zanjada.
Años después, lustros después, Haar paseaba por la calle. Había quedado con su amigo Sandi que volvía de Pekín, desde aquella tarde en la piscina no se habían vuelto a ver.
Haar era un enfermo de la puntualidad y había llegado con unos diez minutos de antelación al lugar de encuentro.
De pronto un perro menudo se le acercó al galope , aparentemente no tenía dueño. Haar no tenía mucho trato con los animales, era quizás uno de esos odios recíprocos e inexplicables.
Tal como entró el can en el radio de acción de la pierna de Haar, le fue propinado tal puntapié que fue enviado casi a una manzana de distancia.
Acabada la parábola infernal en los aires, que Haar siguió empapado de sudor en la frente, el perro recibió un fuerte impacto contra el suelo. Los transehúntes rodearon al pequeño ser caído , casi al instante, un fornido mozo se acercó a Haar y antes de que éste pudiera reaccionar, le atenazó el cuello con su manaza y se lo llevó para el volcán que acababa de crear.
Los curiosos y cívicos vecinos abrieron el corro y empujaron a Haar al medio, el pequeño perro le miró fijamente y con la lengua ensangrentada balbuceó:
-Yo también me alegro de verte Haar. ¡Ah! Por cierto, ya ves que lo del atasco respecto al crecimiento del pelo eran cuentos chinos
Acto seguido expiró el joven y peludo Sandi en medio de aquel público urbano, unos cuantos miraron a Haar sin saber qué hacer y a éste se le escapó una flatulencia. Todos estallaron en una paquidérmica carcajada.

martes, 12 de julio de 2011

La semana que viene

La semana que viene,
es de quince días,
conoceré a Irene,
a Laura, a Petra, Lucía...

A la semana siguiente,
no le faltan horas,
leeré todo libro que me tiente,
y quedaré con mil personas.

La semana que se acerca,
no es como esta,
que es una terca,
que apesta.

La semana próxima,
seré bueno con todos,
probaré nuevas pócimas,
y hablaré por los codos.

La semana que ya se asoma,
no es de piedra,
emana vapor de dulce goma,
no huele a mierda,
jamás, jamás...¡Ni en broma!

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La semana que viene está preñada,
de dulces fantasías,
la gente vive engañada,
pensando en sus infinitos días.

Yo la vi de pronto,
y vi que era clavada a esta,
¡Como habré sido tan tonto!
De ahí mi poema-protesta.

Un salmo

¡Oh, rastafaris de largas melenas!
que predicáis la paz,
la santísima unión de razas serenas,
sois para mi un haz.

Un haz brillante de sabiduría,
que cegará a la sedienta Babilonia,
cerca, muy cerca está el día,
en que vencerán vuestros aires de colonia.

El león de Judá enseña los dientes,
¡Oh, fría rueda del capital!
¿Acaso no lo sientes?
Ya se atasca tu rueda del mal.

No creo exactamente en Jah,
pero la mística naturaleza,
que viene y va,
trae tiempos áureos de pureza para toda la humanidad.

Pobre vecina cristiana

Veo la fría piedra de tu casa,
y recórreme un escalofrío,
con toda el alma ansío,
en verdad saber qué pasa.

Ayer regabas las plantas,
con tus pliegues de piel,
y tus manos santas,
racionaban de tu hijo la miel.

¿Qué serás hoy? Acaso huesos, lombrices,
y yo aquí joven y fuerte,
lejos del ocaso cargando tersos bíceps,
también para mí cambiará la suerte.

¿Y tú, muerte?¿Tú?,
Si vienes, si me has elegido,
dame algo de antelación,
no como a mi vecina,
para que el tedio engreido,
viendo la que se avecina,
no sea en el instante del brillo,
amante de la maldición de mi último respiro.

Mi sueño

Un buen día, me desperté,
y entendí que te había soñado,
sentado en el viejo café,
casi nunca iluminado.

Torrente de lágrimas saladas,
precipítase en la taza,
y tus dulces caricias aladas,
golpean mi cerebro con una maza.

Al fin me decido y tras una zambullida,
me pierdo también yo,
en el negro líquido ahogo la vida,
para borrar de mi sien tu "NO".

sábado, 9 de julio de 2011

Una guardia sobrecogedora

Es una noche monstruosamente preñada de oscuridad. La ciudad reposa silenciosa sedada por las canciones de cuna que susurra el Po con su cauce, por las calles ni un alma, los pocos canallas que quedan despiertos se apelotonan como cucarachas en cualquier taberna de mala muerte.

Sobre el puente bosteza el carabinero elegido mientras su ayudante (carabinero a secas) se enciende un cigarillo rubio. El silencio es sepulcral, en las entrañas de la mágica ciudad borbotean los llamados punto positivo y punto negativo (la puerta del Infierno) de Turín .

Es el joven el que agobiado por la monotonía y estimulado por el esoterismo cargado en el aire, decide dar rienda suelta a un nuevo relato narcótico, origen de una fumarada espiritual más densa que la del tabaco.

- Cuénteme, si le parece, una de esas historias reunidas en sus años de experiencia.

El mayor de los dos hombres, tarda un rato en responder. Parece que inhala y exhala el aire con más ansia de sabor y esencias que el joven fumador, al fin se decide:

-Esta historia ,que te voy a explicar hoy, Estranza, es de las más raras que me han sucedido en mis largas guardias. El mero hecho de recordarla requiere en mí un esfuerzo sobrehumano y sólo la imagen del que me la contó precipitándose al "vacío" que aquí podemos ver si nos asomamos, me trae serios dolores de cabeza. Aquella noche pasé al menos seis horas intentando convencer a aquel desgraciado para que no arruinara lo que il Signore le había dado

- ¿Así que se tiró de aquí mismo?, preguntó inquieto el joven
- Así es, y no creas que es casualidad que me venga ahora a la mollera, justo un año después

El superior amaba ser una especie de mago o hechicero de la verdad para su joven compañero y se relamía en todo lujo de palabras cargadas de significados ocultos acompañadas de miradas y gestos sugerentes, carraspeó y comenzó:

-Así es, hace cosa de un año...¿Qué digo cosa? ¡Hace EXACTAMENTE un año!, en el lugar exacto donde tú te encuentras ahora (a lo que el joven reaccionó dando un par de pasos atrás en los que casi pierde el pitillo), un tipo raro, de esos botarates que tanto abundan en las casas de mala vida a estas horas de la noche, aferrado a la piedra parecía esperar la llegada de alguien para poder expíar las culpas y marchar así en calma a la otra vida.
Con una mirada inyectada en sangre, las comisuras de la boca se le deformaron hasta parecer un auténtica hiena al verme llegar avisado por unos vecinos.
Me acuerdo como si fuera ayer de todo ese torrente de demencia, así decía el loco:

-¡Usted no lo comprende! ¡Policía inepto! ¡Yo mismo le robé, con mis propias manos! Eso no era un pequeño hurto, ni un asesinato... ¡Mucho peor! ¡Me lavé las manos en sangre! ¡En mi propia sangre!... Ya casi lo tenía todo olvidado...El tiempo es una gran pala que no deja de sepultarnos con su húmeda arena...pues bien, digo que yo ya lo tenía olvidado, hasta que... ¿Pero por qué Dios?...

En ese momento, le interrumpí con aplomo:
- No mezcle al de arriba con la inmundicia generada aquí abajo.
Entonces continuó con su retahíla:

- Le vi...en el mismo museo...me quiere a mí...se quiere vengar, porque le fastidié la vida, o mejor dicho... ¡La muerte, que para él era más importante!...Pero deje, deje su señoría que me calme, que llegue a mi la lucidez, el candor del ser supremo, para enderezar mi camino, antes de perderme por siempre...Se lo contaré todo, hasta el último detalle.

Y empezó la historia de su desgracia, que ya te aviso, está cargada de locuras y tonterías, pero viene al caso, esta noche tan tétrica, estas fueron sus palabras, amalgamando el balbuceo de palabras escupidas entre respiraciones:

- Vladimir (o así le llamábamos, nunca llegamos a saber su verdadero nombre) nació en algún país del Este, donde se podría decir que aún existe el sistema feudal.
Sus padres eran los dos unos míseros borrachos y murieron fruto de esta debilidad cuando el pequeño contaba a penas con seis años de edad.
Huérfano, quedó al cuidado del abuelo paterno, única familia viva que le quedaba. Pasaron penurias, hambre, vejaciones...y lo que más marcó al pequeño fue que una gélida tarde de Enero el abuelo estiró la pata en una acera, sin previo aviso. El anciano no tenía donde caerse muerto y eso pareció sacudir al niño (de doce años) como un seísmo. A sus padres a penas los había conocido, pero aquel anciano bueno y pobre como las ratas, maltratado por la vida, no tenía un triste cajón de pino para resguardar sus restos de cara a la eternidad. ¿Qué tenía que hacer?
Entonces, el pequeño Vladimir, con su corta edad, pero de inteligencia y audacia inauditas se juró no acabar nunca de esa manera. Podía pasar mil penalidades en la vida, podía nevar, le podían azotar, comería migas de pan cubiertas de vómitos del suelo si hacía falta...pero su entierro...su entierro sería de lo más decente.
De esta manera el sepelio se transformó en el leitmotiv de su vida.
Dicen que vagabundeó por las calles haciendo todo tipo de trabajos a cual más humillante para un chiquillo de su edad, pero en el interior del huérfano ardía una llama de dignidad que pronto habría de tornarse en una llama de demencia, en el centro del impacto desde el que se distribuyen todas las grietas en una tinaja humana.
Afortunadamente, por vez primera en su corta vida, una dama de la alta sociedad, puesta al corriente de tan trágica historia, se apiadó y como regalo de Navidad, pidió a su marido (el banquero del pueblo vecino) que financiara un viaje al chiquillo a la tierra de las oportunidades. Hay que decir que en aquellos días (y en los nuestros aún) la caridad era el movimiento vanguardista de la alta sociedad femenina y aquel pobre Expósito le vino como anillo al dedo a la señora Palinova.
Bueno, el hecho es que Vladimir llegó a América a los quince años de edad. Allí comenzó a trabajar con tesón y pronto se ganó sus primeros sueldos.
"Ya pronto me llegará para un cajón de roble", se repetía el mocoso cada noche soñando con su merecido entierro. Todo parecía ir sobre ruedas, pero el destino es jugador y curioso y vino a recordarle al adolescente que tenía un material hereditario al que obedecer.
Así empezó la historia de Vladimir con el elixir que se llevó las almas de sus breve-amados padres.
Cuando el joven bebía, el iris y las pupilas perdían el norte y parecían mirar a otro mundo más vil y cruel, fuera del alcance de los mortales corrientes, la sonrisa cáustica y los cabellos rizados acababan de moldear esa estatua de prófugo del Hades.
Pasaba los días trabajando y las noches empinando el codo, de manera que la balanza entre gastos e ingresos se tambaleaba quejumbrosa y el pequeño nicho con el que ahora soñaba parecía cada día más lejano.
El amor hizo su entrada en escena del brazo de la jovencita hija de una familia acaudalada que más que nada por acto de rebeldía y sin saber muy bien cómo, se convirtió en la esposa de aquel forastero del Este.
El joven logró someter a sus tenebrosas raíces movido por su mujer, que resultó ser un ángel, durante algún tiempo. Pero todo se vino abajo cuando la esposa, recelosa de las promesas de Vladimir descubrió que guardaba un ochenta por ciento de su salario para un fin que él no le quería explicar. Tras una discusión acalorada, Vladimir le confesó que estaba guardando el dinero para construir un panteón familiar.
Dicho así, podría sonar un poco macabro, pero quizás desde los ojos de una joven esposa ingenua podría parecer una preocupación ,sólo un tanto exagerada, de un futuro padre de familia, pero la cara de Vladimir (envuelta de una férrea barba que él dominaba como buenamente podía con las cuchillas de afeitar) explicando sus planes de futuro, con todo lujo de detalles de los ornamentos, las vidrieras, el emplazamiento exacto...acabaron por declarar vencedora a la primera hipótesis, de manera que ni que decir tiene que la joven huyó despavorida y pidió mil perdones a los padres por sus excursiones de mocedades.
Vladimir recayó en la bebida y esta vez como el auténtico Dios Baco del lugar, frecuentaba una taberna por la que yo me dejaba caer de vez en cuando. Era esquivo, siempre tiritaba y era imposible arrancarle palabra. Toda su historia la supimos por el boca a boca del pueblucho. Sólo cuando el alcohol le había vencido ,cercana la madrugada, empezaba a entonar sus cánticos habituales:
" Asistiréis todos vosotros, pobres diablos, a un funeral digno de un faraón mismo. Desde el nacimiento, un hombre de bien ha de procurarse ya el techo de la eternidad, eso debería hacer todo hombre digno. Morir en la calle...¡Que horror!¡Que vulgaridad! "
Y cuando llegaba a esos momentos de exaltación los ojos parecía que le iban a explotar y el rostro pálido se le estrechaba hasta parecer una calavera.
Aunque me de vergüenza confesarlo, creo que no sólo yo lo sentía, en esos momentos de frenesí parecía un ser venido de los mismos infiernos y a los presentes nos sacudía una especie de ventisca helada que nos hacía pensar en cómo sería nuestro último hálito antes de expirar.
Cada vez más demacrado por la intensidad en los trabajos transtornados por la resaca, Vladimir empezó a ver que sus cuentas se disparaban, iba de cabeza al precipicio.
Llevaba varias semanas sin trabajar y estaba fuera de sí, en el rincón de la tasca parecía una sombra que cada día ganaba más transparencia. Además Alan ,el tabernero,le había puesto un ultimátum que pensaba cumplir a raja tabla "Aquí no mantenemos a parias".
Fue un milagro para él la llegada de ese hombrecillo que nos ofreció (a los parroquianos quiero decir) trabajo en una obra nueva no muy lejos del barrio.
Vladimir resucitó y el combate entre su defecto congénito y su...llamémosle voluntad de acero o demencia precoz se reavivó.
Le despidieron justo el día en que consiguió reunir el dinero exacto para el entierro más pobre ,dentro de los decentes, que ofrecía la funeraria local.
Exaltado por el éxito decidió ir a celebrarlo. Recuerdo que cuando entró por la puerta le temblaban las manos y parecía estar en ese estado metafísico que sólo adquiría bajo el influjo de los licores. Entonces llegó una nueva decisión difícil:
" Es cierto que nunca había llegado a la cifra necesaria, siempre estaba un poco lejos, pero...tampoco me moriré mañana. Podría pedirle a Alan, ahora que llevo varias semanas pagando las cuentas religiosamente que me fíe el salario de mañana...y así si no como, pues mejor...más cerca estará el día en que...bueno mañana por la tarde iré a la funeraria y..."
Supongo que los pensamientos del desdichado Vladimir irían por ahí. Pero de nuevo le jugó el destino una mala pasada cuando el tabernero se negó a fiarle ni un centavo más, entonces a pesar de visualizar ya con placer su entierro faraónico, decidió tomarse un respiro, un breve respiro.
Pero la noche fue voraz y Vladimir empezó de nuevo a dilapidar su pequeña fortuna. Después de la primera vino una segunda,luego una tercera y así en adelante.
Cuando reparó en su estado de trance había gastado medio jornal y empezó a respirar agitadamente, las aletas de la nariz se le empezaron a inflar y un rostro de serpiente se apoderó de sus facciones.
Y fue entonces cuando entré yo en todo el sarao. Vi a Vladimir entrar tambaleándose en el baño. Movido más que por mi cristinianismo, por la oscura sensación de curiosidad y por la sed de botín me escapé tras él.
Lo que allí vi no ha dejado de torturarme día y noche desde entonces. Por eso mismo hoy pongo fin a esta mísera existencia que quedó marcada con hierro candente en mi espíritu desde aquella fatídica noche.
Vladimir parecía un muerto y se miraba al espejo, hablaba solo, balbuceaba sin sentido, pero paré toda mi atención y empecé a comprender sus murmullos:
" Tú dame las monedas que me faltan y yo me beberé ese vaso, te lo prometo", decía con voz perdida, entonces él mismo se contestaba, pero en un tono como venido de los mismos infiernos donde arde el fuego eterno: "Primero bébete el elixir y luego tendrás tu recompensa, podrás reunir el último montón. Y entonces te levantarán cuatro forzudos, un séquito de plañideras rascarán el frío suelo con sus uñas y todo el pueblo, la nación, la humanidad entera llorará tu muerte y quién sabe, tal vez se emocionen tanto que decidan construirte un panteón o una ciudad funeraria, cerca de las pirámides de egipto, porque has luchado como un león por un destino digno de un faraón. Pero adelante bébete esto que te recomfortará, un cadáver que apesta a alcohol no es glorioso, el embalsamador también ha de llorar tu preciada muerte, este brebaje te quitará las ansias etílicas, adelante confía, es dorado como el oro este líquido, porque es precioso, formaba parte del tesoro del rey Salomón y yo te lo he traído, porque es un premio, duerme a los bajos instintos..."
Después de oír este escalofríante relato, me tapé la cara, me arrodillé, pero seguí observando. En el espejo, se lo juro por la misma vida que voy a tirar ahora mismo por la borda, no veía a Vladimir, sino a un musculoso joven de piel tostada con una recortada barba de chivo, por Dios se lo juro señor que era un egipcio mismo el que alzaba el cáliz con el brebaje dorado y se lo llevaba a la boca. Si no hubiese sido por el ruido patético de un ser repugnante atragantándose al otro lado, jamás hubiera apartado la vista de aquel espejismo, de aquella figura ancestral que brillaba por su solemnidad. Lo que vi en el mundo real, en este lado del espejo, me sacudió como un golpe de una pesada pala de hierro: Vladimir cogía las sucias monedas que le quedaban en los bolsillos y se las tragaba con angustia, hacía unos ruidos propios del último coletazo de un animal antes de morir y las venas del cuello se le hinchaban a la vez que se movían con arítmicos movimientos de ahogo.
Aterrado y sin saber que hacer volví a mirar al cristal y la imagen de aquel ser ultraterreno seguía allí, sólo que ahora estaba apurando la copa, entonces cuando hubo acabado, el espejo empezó a temblar, se infló como el estómago de una vaca y acabó por explotar.
Cuando me di cuenta que se avecinaban los pasos de los clientes del bar o de Alan el tabernero seguramente alertados por el estallido, me agaché, cogí las pocas monedas que le quedaban en la boca al moribundo y salí a toda pastilla dando eses, esquivando los golpes de los que venían y tirando varios taburetes. Salí por la puerte y me escabullí por las callejuelas con mi brillante botín empapado de babas sanguinolentas.
Desde entonces nada me había vuelto a suceder, mi memoria había conseguido bloquear ese acto execrable que realicé aquella noche y el rumbo de la vida me llevó al viejo continente.
Ha sido esta misma tarde cuando paseando por el museo egipcio se me han helado todas las venas del cuerpo al ver la estatua de aquel ser abominable, su mirada me ha abrasado el alma.
Es curioso, pero hasta hoy nunca había sentido nada ultraterreno, todas esas historias absurdas, cuentos de viejas... pero desde que conocí a Vladimir empecé a sentir un leve cosquilleo de los enigmas que no podemos ver, que sólo sentimos de una forma inconsciente y en muy raras ocasiones. Hoy aquel monstruo ha firmado mi sentencia, me ha condenado por siempre y en honor al desgraciado Vladimir mi cuerpo se lo han de comer los peces cuando el Po me duerma para siempre...¡Ay mi buen señor! Haga usted como el condenado Vladimir y búsquese una buena caja para la otra vida, hoy lo siento, siento que un entierro decente es el mejor colofón a la vida. ¡Viva el profeta Vladimir! ¡Viva la vida por la muerte! -

-Dicho esto no quiso conversar nada más, de hecho yo estoy convencido que sólo era consciente de mi presencia a ratos y se tiró al vacío.
En fin, como ya te dije cuando llegaste, Turín es una bella ciudad repleta de locos, hay gente muy rara rondando las calles, pero hay que admitir que algunos son extrañamente originales-

Acabado el relato, el carabiniero elegido fija su mirada en las oscuras aguas del río ensimismado en pensamientos o fingiendo estarlo.
Es una noche monstruosamente preñada de oscuridad y a juzgar por el rostro afectado del joven carabinero, el superior debería dedicarse a la literarura de la sugestión y colgar la porra.